Página 71 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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El descuido de la reforma pro salud
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han dado los primeros pasos en la reforma del régimen alimentario.
Dios requiere de nosotros temperancia en todas las cosas. “Si, pues,
coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de
Dios”.
1 Corintios 10:31
.
De todas las familias que conozco, ninguna necesita tanto de los
beneficios de la reforma pro salud como la de ustedes. Gimen bajo
dolores y postraciones a los que no pueden hacer frente, y tratan
de someterse a ellos con la mejor de las actitudes, creyendo que la
aflicción es lo que les ha tocado en suerte, y que ha sido establecida
por la Providencia. Si se abrieran sus ojos, y pudieran ver los pasos
que dieron en su vida pasada, que los han traído directamente a la
situación de mala salud en la cual se encuentran actualmente, se
asombrarían de la ceguera que les ha impedido ver antes la realidad
de las cosas. Los apetitos que ustedes han cultivado son anormales,
y no obtienen ni la mitad de la satisfacción que podrían obtener de
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los alimentos que ingieren, si no hubieran usado mal su apetito. Han
pervertido la naturaleza, y han estado sufriendo las consecuencias
que ciertamente han sido dolorosas.
La naturaleza soporta los abusos tanto como puede sin ofrecer
resistencia, después de lo cual se levanta y ejerce un poderoso es-
fuerzo para librarse de los obstáculos que se le oponen, y del mal
trato a que se la somete. Entonces se producen dolores de cabeza,
escalofríos, fiebres, nerviosidad, parálisis y otros males demasiado
numerosos para mencionarlos. Una mala manera de comer y beber
destruye la salud, y con ello la dulzura de la vida. ¡Oh, cuántas veces
han comprado ustedes lo que consideraban una buena comida a
expensas de un organismo afiebrado, de la pérdida del apetito y de
la falta de sueño! La incapacidad para disfrutar de los alimentos,
una noche de insomnio, horas de sufrimiento, ¡todo por una comida
que se ingirió para satisfacer el apetito! Miles han complacido sus
apetitos pervertidos, han comido lo que consideraban una buena
comida, y como resultado de ello han sufrido de fiebre, o de alguna
enfermedad aguda y hasta de una muerte segura. Esa fue, por cierto,
una satisfacción adquirida a un costo exhorbitante. Muchos han
hecho precisamente esto, y estos suicidas han sido elogiados por
sus amigos y el pastor, y han sido enviados directamente al cielo en
ocasión de su muerte. ¡Qué pensamiento! ¡Glotones en el Cielo! No,
no; los tales jamás transpondrán las puertas de perla de la dorada