Página 77 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Amor por los que yerran
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internos y la corrupción de su propia naturaleza, otros no tienen ni
la mitad de los conflictos que tienen que enfrentar aquéllos. Viven
casi libres de las dificultades que tienen que encarar sus hermanos y
hermanas que no han sido tan favorecidos. En muchísimos casos no
tienen que hacer ni siquiera la mitad del esfuerzo que hacen algunos
de los infortunados que acabo de mencionar, para vencer, y vivir la
vida cristiana. Aparentemente éstos están en desventaja casi todo el
tiempo, mientras los otros parece que se comportan mucho mejor,
porque les resulta natural hacerlo. Es posible que no hagan la mitad
del esfuerzo que hacen los otros para estar atentos y someter su
cuerpo, y al mismo tiempo comparan sus vidas con las de los que
están mal constituidos y han recibido una educación deficiente, y se
sienten satisfechos con el contraste. Hablan de las fallas, los errores
y las equivocaciones de los infortunados, pero no se dan cuenta de
que ellos no tienen otro problema fuera del de referirse a esos errores
y despreciar a los que son culpables de ellos.
Los cargos importantes que ustedes como familia ocupan en la
iglesia, les imponen la necesidad de ser portadores de cargas. No se
trata de que tengan que llevar las cargas de los que son capaces de
llevarlas por sí mismos, y aún de ayudar a otros, sino que debieran
ayudar a los más necesitados, a los menos favorecidos, a los que se
equivocan y fallan, y que tal vez los hayan herido y hayan probado
su paciencia hasta lo sumo. De ésos se compadece Jesús especial-
mente, porque Satanás ejerce un poder mayor sobre esas almas,
aprovechándose constantemente de sus puntos débiles, y arrojando
sus flechas para herirlos donde menos protegidos están. Jesús ejerció
su poder y su misericordia precisamente en esos casos lamentables.
Cuando preguntó quién podía amar más, Simón contestó: “Aquel a
quien perdonó más”.
Lucas 7:43
. Así tiene que ser. Jesús no pasó
por alto al débil, al infortunado, al desamparado, sino que ayudó a
los que necesitaban ayuda. No limitó sus visitas y labores a los más
inteligentes y menos defectuosos, en detrimento de los infortunados.
No preguntó si le iba a resultar agradable la compañía de los más
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pobres, de los más necesitados. La compañía que buscó fue ésta: las
ovejas perdidas de la casa de Israel.
Esta es la obra que ustedes han descuidado. Han evitado asumir
algunas responsabilidades desagradables, y no han ido a visitar al
que está en el error, ni han manifestado interés y amor por él, ni se