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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
han esforzado por conocerlo. No han tenido un espíritu perdonador,
como el de Cristo. Se han trazado esta conducta: todos los demás
deben venir a donde están ustedes, antes de que ustedes arrojen sobre
ellos el manto de su caridad. No se les pide que condenen el pecado,
sino que ejerzan el mismo amor misericordioso por los que están en
el error, que Cristo ejerció hacia ustedes.
Se los puso en medio de las circunstancias más favorables para
que pudieran desarrollar un buen carácter cristiano. No padecen de
necesidades acuciantes, ni tienen el alma amargada ni perturbada por
la conducta de hijos desobedientes y rebeldes. Entre ustedes no hay
una voz disonante. Tienen todo lo que el corazón puede desear. Pero
a pesar de las circunstancias favorables que los rodean, tienen fallas
y errores, y mucho que vencer para librarse del orgullo espiritual, el
egoísmo, el apresuramiento, los celos y las malas sospechas.
El Hno. K no se tiene que arrepentir del pecado de la maledi-
cencia, como tantos otros, pero carece de la disposición de ayudar a
los que más lo necesitan. Es egoísta. Ama su hogar, ama la quietud,
el descanso, la libertad de cuidados, perplejidades y pruebas; por
lo tanto, se complace demasiado a sí mismo. No lleva las cargas
que el Cielo le asignó. Evita las responsabilidades desagradables
y se encierra demasiado en su amor por la tranquilidad. Ha sido
bastante generoso con sus medios económicos, pero cuando ha sido
necesario practicar la abnegación para llevar a cabo un bien que era
preciso realizar, ha revelado que tiene muy poca experiencia en esto,
y necesita obtenerla.
Teme que se lo repruebe si se aventura a ayudar a los que están
en el error. “Así que, los que somos fuertes debemos soportar las fla-
quezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos. Cada uno
de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación.
Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está
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escrito: Los vituperios de los que te vituperaban, cayeron sobre mí”.
Romanos 15:1-3
. Todos los que participan de esta gran salvación
tienen algo que hacer para ayudar a los que se encuentran vacilantes
en los límites de Sion. No debieran cortar las amarras y lanzarlos
fuera sin hacer un esfuerzo para ayudarles a vencer y prepararse para
el juicio. ¡No, ciertamente! Mientras las ovejas se hallan balando
alrededor del redil, deberían ser animadas y fortalecidas por toda la
ayuda que está en nuestro poder proporcionar. Ustedes como familia