Amor por los que yerran
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tienen reglas demasiado rígidas e ideas preconcebidas que no se
pueden aplicar a cada caso. Les falta amor, bondad, ternura y piedad
por los que no se mueven tan rápidamente como deberían. Esta acti-
tud ha durado tanto que se están secando espiritualmente en lugar
de florecer en el Señor. Los intereses, esfuerzos y preocupaciones
de ustedes giran en torno de sus familiares y parientes. Pero no han
aceptado la idea de alcanzar a otros que los rodean venciendo la
renuencia que tienen a ejercer su influencia fuera de un círculo muy
especial. Idolatran el suyo, y se encierran en ustedes mismos. Quiera
el Señor salvarnos a mí y a los míos, esa es la gran preocupación.
Esta actitud debe morir antes que el cristiano pueda florecer en el
Señor y progresar espiritualmente; antes que la iglesia pueda crecer
y se añadan a ella las almas de los que han de ser salvos.
Tienen un criterio estrecho con respecto al trabajo en favor de los
demás; tienen que modificar su base de operaciones. Sus parientes
no son más valiosos a la vista de Dios que cualquier otra pobre alma
que necesita salvación. Tenemos que poner el yo y el egoísmo bajo la
planta de nuestros pies, y manifestar en nuestras vidas el espíritu de
sacrificio propio y generosidad desinteresada que puso en evidencia
Jesús cuando estuvo en esta tierra. Todos deberían interesarse en
sus parientes, pero no limitarse a ellos como si fueran los únicos a
quienes Jesús vino a salvar.
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