Página 81 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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La religión diaria
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y no ejerce dominio sobre su lengua. Su falta de dominio propio le
ha causado un gran perjuicio a usted y a su familia. La tranquilidad,
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la felicidad y la paz han permanecido en su morada por muy poco
tiempo. Si se la contraría, usted se irrita fácilmente y entonces habla
y obra como si un demonio la poseyera. Los ángeles se apartan
de esa escena de discordia, donde se produce un intercambio de
palabras airadas. Muchas veces ha alejado usted a los preciosos
ángeles celestiales de en medio de su familia al ceder a la pasión.
Lo semejante engendra lo semejante. El mismo espíritu que ha
manifestado ha recaído sobre usted. Sus hijos han experimentado
tan poco afecto, ternura y bondad, que no han visto nada capaz de
ganarlos para la verdad o inspirarles respeto por su autoridad. Han
participado por tanto tiempo de los malos frutos que usted ha produ-
cido que la disposición de ellos tiende hacia la amargura. No están
completamente corrompidos; debajo de un exterior no cultivado han
quedado buenos impulsos que deben ser descubiertos y traídos a la
superficie. Si su vida religiosa hubiera sido más pareja, si hubiera
ejemplificado la vida de Cristo, las cosas habrían sido diferentes
en el seno de su familia. “Todo lo que el hombre sembrare, eso
también segará”.
Gálatas 6:7
. La cosecha corresponderá con la clase
de semilla que usted siembre. Si las palabras amables estuvieran a
la orden del día en su casa, recibiría los frutos correspondientes.
Sobre usted reposa una pesada responsabilidad. En vista de esto,
cuán cuidadosa debería ser en sus palabras y actos. ¿Qué clase de
semilla está usted sembrando en el corazón de sus hijos? La cosecha,
¡oh, recuerde! la cosecha no está tan distante. No siembre mala
semilla. Satanás está listo para hacer esa obra. Siembre sólo semilla
pura y limpia.
Usted, mi querida hermana, ha sido celosa, envidiosa y buscadora
de faltas. Se le ocurrió que la dejaban a un lado y la despreciaban. La
han descuidado demasiado; pero usted tiene una obra que hacer para
sí misma que nadie puede hacer por usted. Se necesitará esfuerzo,
perseverancia y fervor para obtener la victoria sobre hábitos arraiga-
dos por tanto tiempo, que han llegado a ser una segunda naturaleza.
Albergamos por usted los sentimientos más tiernos, a pesar de sus
errores y faltas; y aunque nos tomemos la libertad de decirle cuáles
son esas faltas, nos comprometemos a ayudarla de todas las maneras
posibles.
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