Página 97 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Advertencias y reprensiones
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deshonrado por su conversación y su conducta. Sus palabras no han
sido selectas ni bien escogidas; la conversación trivial, vulgar, brota
naturalmente de sus labios, aun en presencia de niños y jóvenes. Su
influencia en este sentido ha sido mala.
Su ejemplo no ha sido bueno tampoco, y usted se ha interpuesto
directamente en el camino de sus propios hijos, y en el de los hijos de
los guardadores del sábado que buscan al Señor. Su conducta en este
sentido, no puede ser demasiado censurada. “De la abundancia del
corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón
saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas.
Más yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres,
de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás
justificado, y por tus palabras serás condenado”.
Mateo 12:34-37
.
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Su corazón necesita ser purificado, limpiado, santificado, mediante
la obediencia a la verdad. Sólo una total conversión lo podrá salvar:
una verdadera comprensión de su conducta pecaminosa, y una cabal
transformación producida por la renovación de su entendimiento.
Usted ha sido muy celoso para invocar la necesidad de no negar
nuestra fe por nuestras obras, y ha hecho de su fe una excusa para
no conceder a sus hijos la oportunidad de obtener una educación
incluso en los ramos más elementales. Lo que usted necesita es un
conocimiento de sí mismo, y todavía tiene que ver la necesidad de
lograrlo. Lo que sus hijos necesitan es conocimiento, pero no tienen
el privilegio de obtenerlo. Como consecuencia de esta gran carencia
no llegarán a ser miembros útiles de la sociedad, y su educación
religiosa será deficiente. Una pesada responsabilidad se halla junto
a su puerta. Está acortando la vida de su esposa. ¿Cómo puede ella
glorificar a Dios en su cuerpo y su espíritu que son de él?
Dios le ha dado luz y conocimiento, que según lo que usted
ha profesado creer vino directamente de él, con la instrucción de
que dominara su apetito. Usted sabe que el consumo de carne de
cerdo es contrario a un mandamiento expreso de parte de Dios, dado
no porque quisiera manifestar en forma especial su autoridad, sino
porque es perjudicial para los que lo hacen. Su consumo causa la
impureza de la sangre, de modo que la escrofulosis y otros fluidos
contaminarán el organismo y todo el cuerpo sufrirá. Especialmente
se debilitarán los delicados y sensibles nervios del cerebro, y se
anublarán de tal manera que no distinguirán las cosas sagradas, sino