Página 156 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

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Joyas de los Testimonios 3
a los obreros. Pero cada vez que el trabajo realizado para el mundo
parezca dañar la espiritualidad de las instituciones, se lo debe excluir.
Haced primero el trabajo que representa la verdad. Dadle siempre
el primer lugar, y al trabajo comercial el segundo. Nuestra misión
consiste en dar al mundo un mensaje de advertencia y misericordia.
Los precios
En el esfuerzo que se ha hecho para asegurar a nuestras imprentas
una clientela que las saque de apuros financieros, se han fijado
precios tan bajos que su trabajo no les reporta ningún beneficio.
Los que se lisonjean de que hubo ganancia no han llevado cuenta
exacta de todos los gastos. No rebajéis los precios simplemente
para obtener trabajo. No aceptéis sino el trabajo que os dejará una
ganancia razonable.
Por otro lado, en nuestras transacciones comerciales no debe
haber siquiera una sombra de egoísmo o codicia. No se aproveche
nadie de la ignorancia o de la situación de un hombre para exigirle
precios exorbitantes por el trabajo hecho o por la venta de merca-
derías. Se presentarán fuertes tentaciones de apartarse del camino
recto e innumerables argumentos en favor de seguir las prácticas del
mundo y adoptar costumbres que en realidad son deshonestas. Algu-
nos pretenden que cuando se trata con personas faltas de delicadeza,
hay que conformarse a la costumbre y ser como ellas; que si se fuese
perfectamente íntegro sería imposible hacer negocios y ganarse la
vida. ¿Dónde está nuestra fe en Dios? Le pertenecemos como hijos
e hijas a condición de que nos separemos del mundo y no toquemos
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lo inmundo. El Señor dirige estas palabras tanto a sus instituciones
como a cada cristiano individualmente: “Buscad primeramente el
reino de Dios y su justicia,” y ha prometido de un modo seguro que
todas las cosas necesarias para la vida nos serán dadas por añadidura.
Sobre cada conciencia debiera escribirse como quien burila sobre
la roca con cincel de acero, que el verdadero éxito, para esta vida
o la venidera, no puede obtenerse sino por la obediencia fiel a los
principios eternos de la justicia.