Página 163 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

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La iglesia y la casa editoria
Los miembros de la iglesia en cuyo territorio se halla una de
nuestras casas editoriales tienen el honor de poseer en su medio una
de las instituciones del Señor. Deben apreciar este honor y deben
comprender que implica una responsabilidad de las más sagradas.
Su influencia y su ejemplo contribuirán mucho para ayudar o para
estorbar a la institución en el cumplimiento de su misión.
A medida que nos acercamos a la crisis final resulta de vital
importancia que la armonía y la unidad reinen entre las instituciones
del Señor. El mundo no conoce más que tempestades, guerras y
discordias. Sin embargo, las gentes se unirán bajo una misma di-
rección, la de la potencia papal, para oponerse a Dios en la persona
de sus testigos. Esta unión es cimentada por el gran apóstata. Pero
mientras trate de unir a sus agentes en la guerra contra la verdad, se
esforzará por dividir y dispersar a los que la defienden. Los celos, la
maledicencia, la calumnia, surgen a instigación suya para producir
discordia y disensiones. Los miembros de la iglesia de Cristo tienen
el poder de frustrar los planes del adversario de las almas. En un
tiempo como éste, no debieran estar en discordia unos con otros
ni con ninguno de los obreros del Señor. En medio de la discordia
general, haya un lugar donde reinen la armonía y la unidad, porque
la Biblia es en él reconocida como guía de la vida. Comprenda el
pueblo de Dios que le incumbe la responsabilidad de sostener las
instituciones del Señor.
Hermanos y hermanas, agradaréis al Señor si os empeñáis de
todo corazón en ayudar a la imprenta por vuestras oraciones y vues-
tro dinero. Orad cada mañana y cada noche para que ella reciba
las más ricas bendiciones de Dios. No estimuléis las críticas ni las
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murmuraciones, ni dejéis escapar de vuestros labios una sola queja;
recordad que los ángeles las oyen. Cada uno debe ser inducido a
comprender que estas instituciones nacieron por voluntad de Dios.
Los que las denigren para servir a sus propios intereses deberán dar
Testimonios para la Iglesia 7:182-190 (1902)
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