Página 170 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

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Carácter sagrado de los instrumentos de Dio
Son muchos los que no reconocen distinción alguna entre una
empresa comercial común, un taller, una fábrica o un campo de
cereal, y una institución establecida especialmente para fomentar
los intereses de la causa de Dios. Sin embargo, existe la misma
distinción que Dios estableció en tiempos antiguos entre lo sagrado
y lo común, lo santo y lo profano. El desea que cada obrero de
nuestras instituciones discierna y aprecie esta distinción. Los que
ocupan un puesto en nuestras editoriales gozan de muy alto honor.
Tienen un cargo sagrado. Están llamados a colaborar con Dios.
Deben apreciar la oportunidad que significa estar tan estrechamente
relacionados con los instrumentos celestiales, deben sentir que tienen
un alto privilegio al poder dar a la institución del Señor su capacidad,
su servicio y su vigilancia incansable. Deben tener un propósito
vigoroso, una aspiración sublime y mucho celo para hacer de la casa
editora exactamente lo que Dios desea que sea: una luz en el mundo,
un fiel testimonio para él, un monumento recordativo del sábado del
cuarto mandamiento.
“Y puso mi boca como espada aguda, cubrióme con la sombra
de su mano; y púsome por saeta limpia, guardóme en su aljaba;
y díjome: Mi siervo eres, oh Israel, que en ti me gloriaré.... Poco
es que tú me seas siervo para levantar las tribus de Jacob, y para
que restaures los asolamientos de Israel: también te dí por luz de
las gentes, para que seas mi salud hasta lo postrero de la tierra.”
Isaías 49:2-6
. Esta es la palabra que el Señor dirige a todos los
que están de algún modo relacionados con sus instituciones. Son
favorecidos de Dios, pues se hallan en canales donde brilla la luz. Le
sirven en forma especial, y no deben estimar esto como cosa liviana.
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Proporcionales a su sagrado cometido deben ser su sentido de la
responsabilidad y su devoción. No deben tolerar las conversaciones
triviales y comunes, ni la conducta frívola. Deben alentar y cultivar
un sentido del carácter sagrado del lugar.
Testimonios para la Iglesia 7:191, 192 (1902)
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