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Joyas de los Testimonios 3
Los discípulos no pidieron una bendición para sí mismos. Sen-
tían preocupación por las almas. El Evangelio había de ser procla-
mado hasta los confines de la tierra y solicitaban la medida de poder
que Cristo había prometido. Entonces fué cuando se derramó el
Espíritu Santo y miles se convirtieron en un día.
Aun basta el fin
Así puede suceder ahora. Desechen los cristianos todas las di-
sensiones, y entréguense a Dios para salvar a los perdidos. Pidan
con fe la bendición prometida, y ella les vendrá. El derramamiento
del Espíritu en los días de los apóstoles fué “la lluvia temprana,” y
glorioso fué el resultado. Pero la lluvia tardía será más abundante.
¿Cuál es la promesa hecha a los que viven en estos postreros días?
“Tornaos a la fortaleza, oh presos de esperanza: hoy también os
anunció que os daré doblado.” “Pedid a Jehová lluvia en la sazón
tardía: Jehová hará relámpagos, y os dará lluvia abundante, y hierba
en el campo a cada uno.”
Zacarías 9:12
;
10:1
.
Cristo declaró que la influencia divina del Espíritu había de
acompañar a sus discípulos hasta el fin. Pero la promesa no es
apreciada como debiera serlo; por lo tanto, su cumplimiento no se
ve como debiera verse. La promesa del Espíritu es algo en lo cual
se piensa poco; y el resultado es tan sólo lo que podría esperarse:
sequía, tinieblas, decadencia y muerte espirituales. Los asuntos de
menor importancia ocupan la atención y, aunque es ofrecido en
su infinita plenitud, falta el poder divino que es necesario para el
crecimiento y la prosperidad de la iglesia y que traería todas las otras
bendiciones en su estela.
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La ausencia del Espíritu es lo que hace tan impotente el minis-
terio evangélico. Puede poseerse saber, talento, elocuencia, y todo
don natural o adquirido; pero, sin la presencia del Espíritu de Dios,
ningún corazón se conmoverá, ningún pecador será ganado para
Cristo. Por otro lado, si sus discípulos más pobres y más ignorantes
están vinculados con Cristo, y tienen los dones del Espíritu, tendrán
un poder que se hará sentir sobre los corazones. Dios hará de ellos
conductos para el derramamiento de la influencia más sublime del
universo.