Página 218 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

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Joyas de los Testimonios 3
el mal en otros y luego divulgar los resultados de su pretendida
habilidad de discernir lo que hay debajo de las apariencias.
Vayan al campo de la mies para sembrar y segar para el Maestro
los que hayan vivido mucho tiempo en lugares donde hay grandes
iglesias. En su anhelo de salvar almas, se olvidarán de sí mismos.
Verán que hay tanta obra que hacer, tantos semejantes a quienes
ayudar, que no tendrán tiempo para rebuscar las faltas ajenas ni para
obrar negativamente.
Las concentraciones no convienen
La reunión de un gran número de creyentes en un mismo lugar,
tiende a excitar la crítica y la calumnia. Muchos se enfrascan en
la ocupación de mirar y escuchar el mal. No piensan en el gran
pecado que cometen así; olvidan que las palabras pronunciadas no
pueden ya ser retiradas, y que por sus sospechas están sembrando
semillas que traerán malos frutos. Nadie conocerá la abundancia de
esa cosecha hasta el día postrero, cuando los pensamientos, todas
las palabras y todas las acciones se traerán a juicio.
Las palabras atolondradas o poco amables se exageran al repetir-
se. Cada cual añade algo, de tal manera que el falso relato adquiere
pronto considerable extensión. De este modo, se comete una gran
injusticia. Por las sospechas y los juicios injustos, los calumniadores
se perjudican a sí mismos y siembran en la iglesia las semillas de la
discordia. Si pudiesen ver las cosas como Dios las ve, cambiarían
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de actitud. Comprenderían entonces cuánto descuidaron la obra que
se les confiara mientras censuraban a sus hermanos y hermanas.
El tiempo gastado en criticar las intenciones y las acciones de
los siervos del Señor sería mejor empleado en la oración. Si los
que buscan faltas en los demás conociesen la verdad referente a los
mismos a quienes critican, a menudo tendrían otra opinión acerca de
ellos. En vez de criticar y condenar a los otros, sería mejor que cada
cual dijese: “Debo trabajar para mi propia salvación. Si coopero
con Cristo, quien desea salvar mi alma, debo velar diligentemente
sobre mí mismo; debo arrancar de mi vida todo lo malo; debo ser
una nueva criatura en Cristo; debo vencer todos mis defectos. Así
que, en vez de debilitar a aquellos que luchan contra el mal, debo
fortalecerlos con palabras de aliento.”