Página 236 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

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El trabajo de los miembros laico
A los miembros individuales de la iglesia les incumbe una obra
mucho mayor de lo que ellos conciben. No se dan cuenta de los
requerimientos de Dios. Ha llegado el momento en que deben idearse
todos los medios capaces de ayudar a preparar a un pueblo que
pueda subsistir en el día de Dios. Debemos estar bien despiertos y
negarnos a dejar pasar las oportunidades preciosas sin aprovecharlas.
Debemos hacer todo lo que nos resulte posible para ganar almas a
fin de que amen a Dios y guarden sus mandamientos. Jesús requiere
esto de los que conocen la verdad. ¿Es esta exigencia irrazonable?
¿No es nuestro ejemplo la vida de Cristo? ¿No tenemos una deuda
de amor para con el Salvador, una deuda que nos compele a trabajar
fervorosa y abnegadamente por la salvación de aquellos en cuyo
favor dió su vida?
Trabájese en comunidades dispersas
Muchos de los miembros de nuestras iglesias grandes hacen muy
poco o comparativamente nada. Podrían realizar una buena obra,
si, en vez de hacinarse, se dispersasen por lugares donde todavía
no ha penetrado la verdad. Los árboles plantados en forma dema-
siado apretada no prosperan. El jardinero los transplanta para que
tengan lugar donde crecer, y no quedar atrofiados y enfermizos. La
misma regla surtiría efecto en nuestras iglesias grandes. Muchos
de los miembros están muriendo espiritualmente porque no se ha-
ce precisamente esto. Se están volviendo enfermizos y deficientes.
Transplantados, tendrían lugar donde crecer fuertes y vigorosos.
No es el propósito de Dios que sus hijos formen colonias o
se establezcan juntos en grandes comunidades. Los discípulos de
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Cristo son sus representantes en la tierra, y Dios quiere que estén
dispersados por todo el país, en pueblos, ciudades y aldeas, como
luces en medio de las tinieblas del mundo. Han de ser misioneros
Testimonios para la Iglesia 8:244-246 (1904)
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