Página 282 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

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La obra misionera de la iglesi
JESÚS acepta con gozo los servicios de cualquier ser humano
que se entrega a él. Asocia lo humano con lo divino, a fin de co-
municar al mundo los misterios del amor encarnado. Sea este amor
el objeto de vuestras conversaciones, de vuestras oraciones y de
vuestros cantos: llenad el mundo con el mensaje de su verdad, y
llevad este mensaje hacia las regiones lejanas.
Los seres celestiales están listos para cooperar con nosotros, a
fin de revelar al mundo lo que pueden llegar a ser los seres humanos,
y lo que puede cumplirse por su influencia, para la salvación de las
almas que están a punto de perecer. Una persona verdaderamente
convertida está tan llena del amor de Dios, que anhela comunicar a
otros el gozo que posee. El Señor desea que su iglesia manifieste
al mundo los esplendores de la santidad y que demuestre el poder
de la religión cristiana. El cielo se ha de reflejar en el carácter del
cristiano. El cántico de agradecimiento y alabanza debe ser oído por
aquellos que están en las tinieblas. Esforzándonos por hacer bien a
otros, hemos de expresar nuestra gratitud por las buenas nuevas del
Evangelio, por las promesas que encierra y las seguridades que nos
da. Al realizar esta obra, impartiremos rayos de justicia celestial a
las almas cansadas, inquietas y dolientes. Este ministerio es como
un manantial abierto al viandante cansado y sediento. Los ángeles
de Dios asisten a cada obra de misericordia y amor.
Nuestro ejemplo
La obra de Cristo debe servirnos de ejemplo. Continuamente iba
de un lugar a otro haciendo bienes. En el templo y en la sinagoga,
en las calles de las ciudades, en los mercados y en los talleres, a la
orilla del mar y sobre los montes, predicaba el
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Evangelio y sanaba
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a los enfermos. Su vida de servicio desinteresado debe servirnos de
Testimonios para la Iglesia 9:30-40 (1909)
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