Página 308 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

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Joyas de los Testimonios 3
El ministerio de las publicaciones
Cuando seguimos los planes del Señor, colaboramos con Dios.
Cualquiera que sea nuestro cargo—presidente de asociación, pre-
dicador, maestro, alumno, o simplemente miembro de iglesia,—el
Señor nos tiene por responsables de que aprovechemos nuestras
oportunidades de dar la luz a quienes necesitan la verdad presente.
Uno de los mejores medios que él nos ha confiado lo constituyen las
publicaciones. En nuestras escuelas y sanatorios, en nuestras iglesias
y más particularmente en nuestros congresos, debemos aprender a
hacer uso juicioso de este precioso medio. Allí, obreros escogidos
deben enseñar con paciencia a nuestro pueblo a acercarse de un
modo amable a los que no son creyentes y a colocar en sus manos
las publicaciones que con poder y claridad presentan la verdad para
nuestra época.
* * * * *
Otra visión de la obra de publicación
. Más tarde, nos hallábamos
en congresos y grandes asambleas de nuestras iglesias, donde los
predicadores presentaban con toda claridad los peligros del tiem-
po actual, y mostraban cuán necesario es que nos apresuremos a
distribuir nuestras publicaciones. En respuesta a esas súplicas, los
hermanos se adelantaron y compraron gran cantidad de libros. Al-
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gunos se llevaron unos pocos solamente, otros, muchos más. La
mayoría los pagaron al contado, y algunos prometieron pagarlos
más tarde.
Muchos libros fueron comprados, aun por personas que no per-
tenecían a nuestra denominación, en virtud del precio bajo y de los
descuentos que se daban sobre algunos libros. La gente decía: “De-
bemos creer que estos libros contienen un mensaje para nosotros,
siendo que estas personas hacen sacrificios para proporcionarlos;
vamos a comprarlos para nosotros y nuestros amigos.”
Pero algunos de los nuestros estaban descontentos. Uno decía:
“Debemos poner término a eso, de otra manera nuestros negocios
van a quedar comprometidos.” Cuando uno de los hermanos estaba
saliendo con una pila de libros, un colportor lo detuvo por el brazo
y le dijo: “Hermano, ¿qué piensa Vd. hacer con todos esos libros?”