Página 318 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

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Joyas de los Testimonios 3
Se me ha indicado que el mensaje debiera ser predicado con
nuevo poder en las ciudades del este [de los Estados Unidos]. En
muchas de esas ciudades, los mensajes del primer ángel y del segun-
do fueron anunciados durante el movimiento de 1844. A nosotros,
como siervos de Dios, ha sido confiado el mensaje del tercer ángel,
en el cual culmina la obra de los precedentes para preparar un pueblo
para la venida del Rey. Debemos hacer todos los esfuerzos que po-
damos para hacer conocer la verdad a aquellos que están dispuestos
a oírla, y muchos la escucharán. En todas las grandes ciudades Dios
tiene almas sinceras, deseosas de saber lo que es la verdad.
El tiempo es corto; el Señor desea que todo lo que se relaciona
con su obra sea puesto en orden. Desea que su solemne mensaje de
amonestación e invitación sea proclamado tan extensamente como
puedan darlo sus mensajeros. Nada debemos tolerar en nuestros
planes que pudiera impedir su marcha. “Repite el mensaje, repite el
mensaje,—tales son las palabras que me fueron dirigidas en muchas
ocasiones.—Di a mi pueblo que debe repetir el mensaje en aquellas
localidades donde fué anunciado al principio, y donde una iglesia
tras otra se decidieron por la verdad, y el poder de Dios testificaba
notablemente con respecto al mensaje.”
Durante años, los primeros obreros de nuestra obra lucharon
contra la pobreza, expuestos a numerosas privaciones para asegurar
a la verdad presente una situación ventajosa. Con pocos recursos
trabajaron sin descanso, y Dios bendijo sus humildes esfuerzos. El
mensaje fué proclamado con poder en el este y de allí se expandió
hacia el oeste, hasta que en muchos lugares se crearon centros de
influencia. Puede ser que hoy nuestros obreros no tengan que pasar
por las privaciones de los primeros tiempos; pero las condiciones
más favorables no debieran inducirnos a cercenar nuestros esfuerzos.
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Y ahora que el Señor nos ordena proclamar de nuevo el mensaje
con poder en el este, y nos manda entrar en las ciudades del norte,
sur, este y oeste, ¿no responderemos a su llamamiento como un solo
hombre? ¿No haremos planes para mandar nuestros mensajeros a
todos los campos y para sostenerlos generosamente? ¿No irán los
ministros de Dios a aquellos centros populosos para amonestar a las
multitudes? ¿Para qué sirven nuestras asociaciones, si no es para
proseguir la obra? ...