Página 32 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

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Joyas de los Testimonios 3
Los hermanos necesitan vuestra ayuda en sábado. Dadles alimento
de la Palabra. Traed vuestros dones más selectos a Dios en su santo
día. Dedicadle la preciosa vida del alma en un servicio consagrado.
Nadie venga al lugar de culto para dormir. Esto no debiera verse
en la casa de Dios. No os dormís cuando estáis empeñados en
vuestros quehaceres temporales, porque tenéis interés en vuestro
trabajo. ¿Permitiremos que el servicio que entraña intereses eternos
sea puesto en un nivel inferior al de los asuntos temporales de la
vida?
Cuando lo hacemos, perdemos la bendición que el Señor quiere
que tengamos. El sábado no ha de ser un día de ociosidad inútil.
Tanto en el hogar como en la iglesia, debe manifestarse un espíritu
de servicio. El que nos dió seis días para nuestro trabajo temporal,
bendijo y santificó el séptimo día y lo puso aparte para sí. En ese día
bendecirá de una manera especial a todos los que se consagren a su
servicio.
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Todo el cielo observa el sábado, pero no de una manera desatenta
y ociosa. En ese día, cada energía del alma debe despertarse; porque
¿no hemos de encontrarnos con Dios y con Cristo nuestro Salvador?
Podemos contemplarle por la fe. El anhela refrescar y bendecir toda
alma.
Cada uno debe sentir que tiene una parte que desempeñar para
hacer interesantes las reuniones del sábado. No hemos de reunirnos
simplemente por formalismo, sino para un intercambio de pensa-
mientos, para relatar nuestra experiencia diaria, para expresar agra-
decimiento y nuestro sincero deseo de ser iluminados divinamente,
para que conozcamos a Dios y a Jesucristo al cual él envió. El pla-
ticar juntos acerca de Cristo fortalecerá el alma para las pruebas y
conflictos de la vida. Nunca pensemos que podemos ser cristianos
y encerrarnos, sin embargo, dentro de nosotros mismos. Cada uno
es parte de la gran trama de la humanidad, y su experiencia será
mayormente determinada por la experiencia de sus asociados.
No obtenemos la centésima parte de la bendición que podríamos
obtener de nuestras asambleas para adorar a Dios. Nuestras faculta-
des perceptivas necesitan ser aguzadas. La comunión de unos con
otros debe alegrarnos. Con tal esperanza como la que tenemos, ¿por
qué no arde en nuestro corazón el amor a Dios?