La beneficenci
“Honra a Jehová de tu substancia, y de las primicias de todos
tus frutos; y serán llenas tus trojes con abundancia, y tus lagares
rebosarán de mosto.”
Proverbios 3:9, 10
.
“Hay quienes reparten, y les es añadido más: y hay quienes son
escasos más de lo que es justo, mas vienen a pobreza. El alma liberal
será engordada: y el que saciare, él también será saciado.”
Proverbios
11:24, 25
.
“Mas el generoso piensa en cosas generosas, y él por cosas
generosas será hecho estable.”
Isaías 32:8 (VM)
.
En el plan de salvación, la sabiduría divina estableció la ley de la
acción y de la reacción; de ello resulta que la obra de beneficencia,
en todos sus ramos, es doblemente bendecida. El que ayuda a los
menesterosos es una bendición para ellos y él mismo recibe una
bendición mayor aún.
La gloria del evangelio
Para que el hombre no perdiese los preciosos frutos de la prácti-
ca de la beneficencia, nuestro Redentor concibió el plan de hacerle
su colaborador. Dios habría podido salvar a los pecadores sin la
colaboración del hombre; pero sabía que el hombre no podría ser
feliz sin desempeñar una parte en esta gran obra. Por un encadena-
miento de circunstancias que invitan a practicar la caridad, otorga al
hombre los mejores medios para cultivar la beneficencia y observar
la costumbre de dar, ya sea a los pobres o para el adelantamiento
de la causa de Dios. Las apremiantes necesidades de un mundo
arruinado nos obligan a emplear en su favor nuestros talentos—
dinero e influencia—para hacer conocer la verdad a los hombres
y mujeres que sin ella perecerían. Al responder a sus pedidos con
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nuestros actos de beneficencia, somos transformados a la imagen de
Testimonios para la Iglesia 9:253-256 (1909)
.
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