Demos a Dios lo suy
El Señor ha dado a su pueblo un mensaje para este tiempo. Está
en el tercer capítulo de Malaquías. ¿Cómo podría el Señor presentar
sus requerimientos de una manera más clara y enérgica que en ese
capítulo?
Todos deben recordar que lo que Dios exige de nosotros supera a
cualquier otro derecho. El nos da abundantemente, y el contrato que
él ha hecho con el hombre es que una décima parte de las posesiones
de éste sea devuelta a Dios. El confía misericordiosamente sus
tesoros a sus mayordomos, pero dice del diezmo: Es mío. En la
proporción en que Dios ha dado su propiedad al hombre, el hombre
debe devolverle un diezmo fiel de toda su substancia. Este arreglo
preciso fué hecho por Jesucristo mismo.
Esta obra entraña resultados solemnes y eternos, y es demasiado
sagrada para ser dejada al impulso humano. No debemos sentirnos
libres para tratar este asunto como quisiéramos. En respuesta a los
requerimientos de Dios, deben apartarse reservas regulares como
sagradas para su obra.
Las primicias
Además del diezmo, el Señor exige las primicias de todas nues-
tras ganancias. Se las ha reservado a fin de que su obra en la tierra
pueda ser sostenida ampliamente. Los siervos del Señor no han de
verse limitados a una mísera pitanza. Sus mensajeros no deben verse
estorbados en su obra de presentar la palabra de vida. A medida que
enseñan la verdad, deben tener recursos que invertir en el adelanta-
miento de la obra que debe ser hecha al debido tiempo para ejercer
la influencia mejor y más poderosa para salvar. Deben realizarse
acciones de misericordia; debe ayudarse a los pobres y dolientes.
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Deben asignarse donativos y ofrendas para este propósito. Esto debe
hacerse especialmente en los campos nuevos, donde nunca se ha
Testimonios para la Iglesia 6:384-391 (1900)
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