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Joyas de los Testimonios 3
mos presentar a Dios cada caso, y en oración ferviente pedir al Señor
que elija por nosotros.
El principio se aplica también a la obra de Dios en nuestro
tiempo
El Dios del cielo ha escogido a hombres de experiencia para lle-
var las responsabilidades de su causa. Esos hombres han de ejercer
una influencia especial. Si se concede a todos el poder dado a esos
hombres escogidos, habrá que hacer un alto. Los que son elegidos
para llevar cargas en la causa de Dios no deben mostrarse impru-
dentes, ni llenos de confianza en sí mismos, ni tampoco egoístas.
Nunca deben su influencia y su ejemplo estimular el mal. El Señor
no permitió jamás a nadie, sea hombre o mujer, que presente ideas
que quiten a la obra su carácter sagrado e introduzcan en ella un
sentimiento de vulgaridad. La obra de Dios debe volverse más y
más sagrada a la vista de su pueblo. Por todos los medios posibles,
debemos hacer resaltar el exaltado carácter de la verdad. Los que
han sido puestos como sobreveedores de la obra de Dios en nuestras
instituciones deben dar siempre preeminencia a la voluntad y el ca-
mino de Dios. La salud de la obra en general depende de la fidelidad
de los hombres designados para hacer cumplir la voluntad divina en
las iglesias.
Una amonestación
Deben confiarse los cargos a hombres que quieran adquirir una
experiencia más vasta, no en lo que concierne a lo suyo, sino en
lo referente a las cosas de Dios, un conocimiento más amplio del
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carácter de Cristo. Cuanto mejor conozcan a Cristo, más fielmente le
representarán en el mundo. Deben escuchar su voz y prestar atención
a sus palabras.
“Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades en las cuales
habían sido hechas muy muchas de sus maravillas, porque no se
habían arrepentido, diciendo: ¡Ay de ti, Corazín!” ¡Ay de ti, Betsaida!
porque si en Tiro y en Sidón fueran hechas las maravillas que han
sido hechas en vosotras, en otro tiempo se hubieran arrepentido en