Página 399 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

Basic HTML Version

Una dirección bien equilibrad
Esta mañana no puedo encontrar descanso. Estoy inquieta con
respecto a la situción que existe en el sur de California. Dios ha
asignado a cada uno su tarea; pero hay quienes no consideran con
oración su responsabilidad individual.
Cuando un obrero es elegido para un puesto, ese puesto de por
sí no le confiere las capacidades que no poseía antes. Un puesto
eminente no basta para impartir al carácter las virtudes cristianas.
El que se imagina poder por sí solo trazar los planes para todos los
ramos de la obra, demuestra una gran falta de sabiduría. Ninguna
mente humana es capaz de desempeñar las numerosas y variadas res-
ponsabilidades de una asociación que incluye a miles de miembros
y a muchos ramos de actividad.
Pero se me ha señalado un peligro aún mayor, a saber una idea
que se ha ido difundiendo entre nuestros obreros, según la cual los
predicadores y otros empleados de la causa deben dejar a algunos
jefes el cuidado de definir sus deberes. No debe considerarse la
inteligencia y el juicio de un hombre como suficientes para dirigir y
modelar una asociación. Tanto el individuo como la iglesia tienen
cada cual sus obligaciones. Dios ha dado a cada uno el uso de uno o
varios talentos. Al hacer uso de esos talentos, uno se vuelve más útil
para servir. Dios ha dado entendimiento a cada individuo, y quiere
que sus obreros empleen y desarrollen ese don. El presidente de una
asociación no debe pensar que su juicio personal ha de regir el de
los demás.
En ninguna asociación deben introducirse precipitadamente pro-
posiciones sin dejar a los hermanos el tiempo de examinar atenta-
mente cada uno de los aspectos del asunto. Se ha pensado algunas
[425]
veces que por haber sugerido el presidente algunos planes, no había
lugar para consultar al Señor al respecto. De este modo, se aceptaron
proposiciones que no eran para el bien espiritual de los creyentes, y
entrañaban consecuencias de mayor alcance que el aparente en el
Testimonios para la Iglesia 9:277-280 (1909)
.
395