Ánimo en el señor
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mientras que el trabajo con los libros exige que lo vigile. Me ayudan
algunos de los mejores obreros, los que en la providencia de Dios
estuvieron relacionados conmigo en Australia, juntamente con otros
que se me han unido desde que regresé a Estados Unidos. Doy
gracias al Señor por estos auxiliares. Estamos todos muy ocupados
haciendo lo mejor que podemos para preparar material que debe ser
publicado. Quiero que la luz de la verdad vaya a todo lugar, para
que ilumine a los que ahora ignoran las razones de nuestra fe. Hay
días en que mis ojos me molestan y hasta me hacen sufrir mucho.
Pero alabo al Señor porque me conserva la vista. A mi edad no sería
extraño si no pudiese usar los ojos en absoluto.
Siento más agradecimiento del que puedo expresar por el aliento
del Espíritu del Señor, por el consuelo y la gracia que continúa
dándome, porque me concede fuerza y oportunidad para impartir
valor y ayuda a su pueblo. Mientras el Señor me conserve la vida, le
seré fiel y leal, procurando hacer su voluntad y glorificar su nombre.
El Señor aumente mi fe, para que pueda seguir adelante conociéndole
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y haciendo su voluntad más perfectamente. El Señor es bueno y muy
digno de alabanza.
Influencia de los obreros de más edad
Deseo mucho que los viejos soldados de la cruz, los que han
encanecido sirviendo al Maestro, continúen dando su testimonio
directo, a fin de que los más jóvenes en la fe puedan comprender
que los mensajes que el Señor nos ha dado son muy importantes en
esta época de la historia de la tierra. Nuestra experiencia pasada no
ha perdido un tilde de su vigor.
Tengan todos cuidado de no desalentar a estos primeros obreros,
ni hacerles sentir que poco pueden hacer. Su influencia puede ejer-
cerse todavía poderosamente en la obra del Señor. El testimonio de
los ancianos ministros será siempre una ayuda y una bendición para
la iglesia. Dios velará noche y día sobre sus portaestandartes proba-
dos y fieles, hasta el momento en que hayan de deponer la armadura.
Tengan ellos la seguridad de que están bajo el cuidado protector
de Aquel que nunca se duerme; y que sobre ellos velan centinelas
incansables. Sabiendo esto y comprendiendo que permanecen en
Cristo, pueden descansar confiadamente en las providencias de Dios.