Página 58 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

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Joyas de los Testimonios 3
mejor partido de su capacidad y oportunidad de aprender y obrar,
podrían haber llegado a ser fuertes en Cristo. Cualquiera que sea
su ocupación—agricultores, mecánicos, maestros o pastores,—si se
hubiesen consagrado completamente a Dios habrían llegado a ser
obreros eficientes para el Maestro celestial.
Pero, ¿qué están haciendo los miembros de la iglesia para ser
designados coadjutores de Dios? ¿Dónde vemos angustia del al-
ma? ¿Dónde vemos a los miembros de la iglesia absortos en temas
religiosos, entregados a la voluntad de Dios? ¿Dónde vemos a los
cristianos sintiendo su responsabilidad de hacer de la iglesia un pue-
blo próspero, despierto, comunicador de la luz? ¿Dónde están los
que no escatiman trabajo y amor por el Maestro? Nuestro Redentor
ha de ver del trabajo de su alma y ser satisfecho; ¿qué sucederá con
los que profesan seguirle? ¿Quedarán satisfechos cuando vean el
fruto de sus labores?
¿Por qué hay tan poca fe, tan poco poder espiritual? ¿Por qué son
tan pocos los que llevan el yugo y la carga de Cristo? ¿Por qué hay
que incitar a los miembros a emprender su obra por Cristo? ¿Por qué
son tan pocos los que pueden revelar los misterios de la redención?
¿Por qué no resplandece como luz ante el mundo la imputada justicia
de Cristo, por medio de los que profesan seguirle?
El resultado de la inacción
Cuando los hombres empleen sus facultades como lo indica Dios,
sus talentos aumentarán, su capacidad se ensanchará y obtendrán
una visión celestial al tratar de salvar a los perdidos. Pero mientras
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los miembros de la iglesia sean negligentes e indiferentes hacia
la responsabilidad que Dios les ha dado de impartir la verdad a
otros, ¿cómo pueden esperar recibir el tesoro del cielo? Cuando los
que profesan ser cristianos no sienten preocupación por iluminar
a los que están en las tinieblas, cuando dejan de impartir gracia y
conocimiento, pierden discernimiento y su aprecio del valor que
tienen los dones celestiales; y al no apreciarlos ellos mismos, dejan
de sentir la necesidad de presentarlos a otros.
Vemos grandes iglesias congregadas en diferentes localidades.
Sus miembros han obtenido un conocimiento de la verdad, y muchos
se contentan con oír la palabra de vida sin tratar de impartir luz.