Página 60 - Joyas de los Testimonios 3 (2004)

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Joyas de los Testimonios 3
quienes descuidasteis. En aquel gran día, os sentiréis convencidos y
condenados. El Señor os induzca ahora a arrepentiros, y perdone él
a su pueblo por haber descuidado la obra que él le encomendó hacer
en su viña.
“Recuerda por tanto de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las
primeras obras; pues si no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero
de su lugar, si no te hubieres arrepentido.”
Apocalipsis 2:5
. ¡Oh, cuán
pocos conocen el tiempo de su visitación! ¡Cuán pocos, aun entre los
que aseveran creer la verdad presente, comprenden las señales de los
tiempos, o lo que hemos de experimentar antes del fin! Somos hoy
objeto de la tolerancia de Dios; ¿pero cuánto tiempo continuarán los
ángeles de Dios reteniendo los vientos para que no soplen?
No obstante la indecible misericordia de Dios hacia nosotros,
¡cuán pocos hay en nuestras iglesias que sean verdaderamente hu-
mildes, consagrados y temerosos siervos de Dios! ¡Cuán pocos cora-
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zones están llenos de gratitud porque han sido honrados y llamados
a hacer algo en la obra de Dios y a participar de los sufrimientos de
Cristo!
Hoy muchísimos de los que componen nuestras congregaciones
están muertos en delitos y pecados. Van y vienen como la puerta
sobre sus goznes. Durante años han escuchado complacientemente
las verdades más solemnes y conmovedoras del alma, pero no las
han puesto en práctica. Por lo tanto, son menos y menos sensibles
a la preciosidad de la verdad. Los testimonios conmovedores de
reproche y amonestación ya no despiertan arrepentimiento en ellos.
Las melodías más dulces que provienen de Dios a través de los labios
humanos—la justificación por la fe y la justicia de Cristo,—no les
arrancan una respuesta de amor y gratitud. Aunque el Mercader
celestial despliega delante de ellos las más ricas joyas de la fe y
el amor, aunque los invita a comprar de él “oro afinado en fuego”
y “vestiduras blancas” a fin de que sean vestidos, y “colirio” a fin
de que vean, endurecen sus corazones contra él, y no cambian su
tibieza por el amor y el celo. Aunque profesan tener piedad, niegan
el poder de ella. Si continúan en este estado, Dios los rechazará. Se
están incapacitando para ser miembros de su familia.