La obra en las ciudades
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Hablad las palabras que Cristo os dé. Trabajad según su método.
Id por todas partes, como fué él mismo por todas partes durante su
ministerio terrenal.
El Redentor del mundo tuvo muchos oyentes, mas muy pocos
discípulos. Noé predicó durante ciento veinte años a los antedilu-
vianos, y sin embargo muy pocos apreciaron el precioso tiempo de
gracia que se les concedió. Fuera de Noé y su familia, ni uno solo
se unió a los creyentes para entrar en el arca. De entre todos los
habitantes de la tierra, sólo ocho recibieron el mensaje; pero este
mensaje condenó al mundo. La luz fué dada para que los hombres
pudiesen creer; se perdieron porque rechazaron la luz. El mensaje
que damos al mundo será sabor de vida para todos los que lo acepten
y de condenación para todos los que lo rechacen.
El mensajero se volvió hacia uno de los presentes y le dijo:
“Vuestras ideas acerca de la tarea que falta por cumplir son exce-
sivamente estrechas. No debéis encender vuestra luz para ponerla
bajo un almud o una cama; debe ser colocada sobre un candelero, a
fin de que alumbre a todos los que están en el mundo, la gran casa
de Dios. Debéis tener miras más amplias que las que habéis tenido
hasta ahora.”
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