Página 131 - Mensajes Selectos Tomo 3 (2000)

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La encarnación
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hiriendo la cabeza de la serpiente.—
The Youth’s Instructor, 21 de
diciembre de 1899
.
¿Era Cristo capaz de ceder a la tentación?
En su carta relativa a la tentación de Cristo, Ud. dice: “Si él era
uno con Dios, no podía caer”... El punto acerca del cual Ud. me
pregunta es éste: En la gran escena del conflicto de nuestro Señor en
el desierto, aparentemente bajo el poder de Satanás y sus ángeles,
¿era él capaz, en su naturaleza humana, de ceder a estas tentaciones?
Trataré de responder a esta importante pregunta: Como Dios
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que era, no podía ser tentado; pero como hombre, podía serlo y
con mucha fuerza, y podía ceder a las tentaciones. Su naturaleza
humana pasó por la misma prueba por la cual pasaron Adán y Eva.
Su naturaleza [de Cristo] humana era creada; ni aun poseía las
facultades de los ángeles. Era humana, idéntica a la nuestra. Estaba
pasando por el terreno donde Adán cayó. El estaba en el lugar donde,
si resistía la prueba en favor de la raza caída, redimiría en nuestra
propia humanidad la caída y el fracaso desgraciados de Adán.
Cristo tenía un cuerpo humano y una mente humana
—El
tenía un cuerpo humano y una mente humana. El era hueso de
nuestro hueso y carne de nuestra carne. Estuvo sujeto a la pobreza
desde el mismo momento en que entró en el mundo. Estuvo bajo los
chascos y las pruebas en su propio hogar, entre sus hermanos. No
estaba rodeado, como en las cortes celestiales, de caracteres puros
y hermosos. Estuvo rodeado de dificultades. Vino a nuestro mundo
a mantener un carácter puro e impecable, y a refutar la mentira de
Satanás de que no era posible que los seres humanos guardaran
la ley de Dios. Cristo vino a vivir la ley en su carácter humano,
exactamente de la misma manera en que todos pueden cumplirla en
la naturaleza humana si hacen lo que Cristo hizo. El había inspirado
a los hombres santos de la antigüedad a escribir para beneficio del
hombre: “¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz; sí,
haga paz conmigo”.
Isaías 27:5
.
Se ha hecho abundante provisión para que el hombre finito y
caído pueda relacionarse de tal manera con Dios que, gracias a la
misma Fuente por la cual Cristo venció en su naturaleza humana, el
hombre pueda resistir firmemente toda tentación como lo hizo Cristo.