Página 164 - Mensajes Selectos Tomo 3 (2000)

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Mensajes Selectos Tomo 3
mensaje traído a la atención del Congreso de la Asociación Gene-
ral de 1888. Antes bien, en diciembre 19 de 1892, precisamente
cuatro años después de ese notable congreso, en una carta dirigida
a los “Queridos hermanos de la Asociación General”, ella declaró
triunfalmente:
“Al recapacitar en nuestra historia pasada, habiendo recorrido
cada paso de su progreso hasta nuestra situación actual, puedo decir:
¡Alabemos a Dios! Mientras contemplo lo que Dios ha hecho, me
siento llena de asombro y confianza en Cristo como nuestro líder.
No tenemos nada que temer por el futuro, excepto que olvidemos la
manera en que el Señor nos ha conducido.
“Somos ahora un pueblo fuerte, si queremos poner nuestra con-
fianza en el Señor; porque estamos manejando las grandiosas ver-
dades de la Palabra de Dios. Tenemos todas las razones para estar
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agradecidos”.—
The General Conference Bulletin, 24
;
Testimonios
para los Ministros, 31
;
Notas Biográficas de Elena G. de White, 216
.
De nuevo ella escribió en 1907: “La iglesia debe intensificar su
actividad y extender sus términos... Si bien es cierto que hubo fieras
disputas en el esfuerzo realizado para conservar nuestro carácter
distintivo, como cristianos bíblicos siempre hemos estado ganando
terreno”.—
Carta 170, 1907
;
Mensajes Selectos 2:457-458
.
Con estos antecedentes introducimos el capítulo histórico que
constituye esta sección.—
Los compiladores
.
Preciosas promesas y cuadros sombríos
Fue por fe como me aventuré a cruzar las Montañas Rocosas, con
el propósito de asistir a la sesión de la Asociación General celebrada
en Minneápolis...
En Minneápolis nos encontramos con una gran delegación de
ministros. Noté desde el mismo comienzo de la reunión un espíritu
que me preocupó. Se presentaron discursos que no daban al pueblo
el alimento que tanto necesitaba. El aspecto tenebroso y sombrío del
cuadro fue lo que se presentó delante de ellos para que lo colgaran en
los corredores de la memoria. Esto no traería ninguna luz ni libertad
espiritual, sino desánimo.
El sábado por la tarde [13 de octubre de 1888] me sentí profunda-
mente conmovida por el Espíritu de Dios, a dirigir los pensamientos