Página 166 - Mensajes Selectos Tomo 3 (2000)

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Mensajes Selectos Tomo 3
Muchos fueron vivificados, pero no todos
—Esta fue una oca-
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sión de refrigerio para muchas almas, pero no tuvo efectos perma-
nentes sobre algunos. Tan pronto como vieron que la Hna. White
no concordaba con todas sus ideas ni estaba de acuerdo en que sus
propuestas y resoluciones se votaran en ese congreso, la evidencia
que habían recibido tuvo tan poco peso en la mente de algunos como
las palabras habladas por Cristo en la sinagoga a los de Nazaret.
Sus corazones [de los oyentes de Nazaret] fueron tocados por el
Espíritu de Dios, y todos testificaron de las bondadosas palabras
que procedieron de los labios de Cristo; pero Satanás estaba a su
lado con su incredulidad, y ellos permitieron que surgieran dudas e
interrogantes, y la consecuencia fue la incredulidad. El Espíritu de
Dios se apagó. En su locura hubieran arrojado a Cristo al precipicio
si Dios no lo hubiera protegido para que su ira no le hiciera daño.
Cuando Satanás toma control de las mentes, convierte en locos y
demonios a aquellos que se han considerado como personas exce-
lentes. El prejuicio, el orgullo, el empecinamiento, son elementos
terribles cuando toman posesión de la mente humana.
Los consejos de Elena de White a algunos de los dirigentes
He recibido una larga carta del pastor Butler
que leí cuidadosamen-
te. Me sorprendí de su contenido. No sabía qué hacer con esta carta,
pero como los mismos sentimientos expresados en ella parecían
estar obrando en las mentes de mis hermanos ministros, llamé a
unos pocos de ellos y los reuní en una habitación del piso superior,
y les leí la carta. Ninguno de ellos parecía estar sorprendido por su
contenido, y algunos dijeron que sabían que éstas eran las ideas del
pastor Butler, porque lo habían oído declarar las mismas cosas.
Entonces expliqué muchas cosas. Declaré lo que yo consideraba
que era la debida y correcta manera de proceder, de hermano a her-
mano, en el proceso de investigar las Escrituras. Sabía que el grupo
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que tenía frente a mí no veía todas las cosas bajo la luz correcta, y
por lo tanto declaré muchas cosas. Todas mis afirmaciones sentaron
principios correctos para actuar; pero temía que mis palabras no
hicieran ninguna impresión sobre ellos. Entendían las cosas a su
manera, y la luz que les di, la cual me había sido dada, era como
palabras vacías.
Llamados en las reuniones matutinas
—Me sentí muy apenada
en mi corazón por la condición en que estaban las cosas. Hice los