Página 175 - Mensajes Selectos Tomo 3 (2000)

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Elena G. de White informa acerca del congreso de Mineápolis
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Elena de White anima a hacer un estudio con mente abier-
ta
—Entonces se hizo la pregunta de si yo creía que el asunto debía
detenerse donde estaba, después de que el Hno. Waggoner hubo
presentado su opinión sobre la ley en Gálatas. Yo dije: “De ninguna
manera. Queremos todo lo que haya sobre ambos aspectos de la
cuestión”. Pero declaré que el espíritu que había visto manifestado
en la reunión era irrazonable. Debía insistir en que hubiera el debido
espíritu, un espíritu semejante al de Cristo, tal como el que el pastor
E. J. Waggoner había mostrado a través de toda la presentación
de sus opiniones, y que esta cuestión no debía tratarse en forma
de debate. La razón por la cual quería urgir a que este asunto se
abordara con un espíritu cristiano, era que no debían hacerse ataques
contra los hermanos que diferían de opinión. Así como el pastor E.
J. Waggoner se había conducido como un caballero cristiano, ellos
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debían hacer lo mismo, dando los argumentos que tenían de su parte
de una manera directa...
La cuestión de la ley en Gálatas no es vital
—Se hizo la obser-
vación siguiente: “Si lo que creemos con respecto a la ley en Gálatas
no es correcto, entonces no tenemos el mensaje del tercer ángel, y
nuestra posición es vana; no hay seguridad para nuestra fe”.
Yo dije: “Hermanos, aquí está precisamente lo que les he estado
diciendo. Tal declaración no es cierta. Es una aseveración extrava-
gante, exagerada. Si se hace la misma en la discusión de este asunto,
sentiré que es mi deber aclarar esta cuestión ante toda la asamblea,
y sea que escuchen o no, les diré que la declaración es incorrecta. El
asunto que se discute no es una cuestión vital, y no debe ser tratado
de esa manera. La maravillosa importancia y magnitud de este tema
se ha exagerado, y por esa razón—en base a conceptos erróneos e
ideas falsas—vemos el espíritu que prevalece en esta reunión, que
no es cristiano, y que nunca debemos dejar que reine entre hermanos.
Ha habido un espíritu de fariseísmo entre nosotros, contra el cual
levantaré mi voz dondequiera que se revele”...
Podía ver una gran falta de sabia discriminación y de buen juicio.
El mal que causan tales cosas ha sido a menudo presentado delante
de mí. Las diferencias de opinión se hicieron evidentes tanto para
los creyentes como para los no creyentes. Estas cosas hicieron tal
impresión en mi mente que creía que en mis hermanos se había
producido un gran cambio. Este asunto me fue presentado en figuras