Página 176 - Mensajes Selectos Tomo 3 (2000)

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Mensajes Selectos Tomo 3
y símbolos, cuando estuve en Europa; pero más tarde se me dio la
explicación, de manera que no fui dejada a oscuras con respecto al
estado de nuestras iglesias y de nuestros hermanos en el ministerio...
Volví a mi habitación preguntándome cuál era la mejor manera
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de proceder. Esa noche pasé muchas horas en oración [rogando]
con respecto a la ley en Gálatas. Esta era apenas una mota. Mi alma
diría Amén y Amén a cualquier cosa que estuviera de acuerdo con
un “Así dice el Señor”. Pero el espíritu que dominaba a nuestros
hermanos era tan diferente del espíritu de Cristo, tan contrario al
espíritu que debería manifestarse mutuamente, que llenó mi alma de
angustia.
En la reunión de la mañana siguiente para los ministros, tenía
algunas cosas sencillas que decir a mis hermanos, que no me atrevía
a retener. La sal había perdido su sabor, el oro fino se había empa-
ñado. Reinaba entre el pueblo una oscuridad espiritual, y muchos
evidentemente eran movidos por un poder inferior, porque el resul-
tado era precisamente el que ocurre cuando ellos no están bajo la
iluminación del Espíritu de Dios.
¡Qué páginas de historia estaba escribiendo el ángel registrador!
La levadura ciertamente había producido su efecto en forma desta-
cada, y casi había leudado la masa. Tuve un mensaje de reprensión
y amonestación para mis hermanos; yo lo sabía. Mi alma estaba
bajo la presión de la angustia. Decir estas cosas a mis hermanos me
causaba mucha más angustia a mí que la que les producía a aquellos
a quienes iban dirigidas. Por la gracia de Cristo experimenté un
poder divino que me obligaba a estar en pie delante de mis hermanos
ministros, en el nombre del Señor, esperando que el Señor abriera los
ojos cegados, y orando para que así fuera. Fui fortalecida para decir
las palabras, que mi secretaria tomó taquigráficamente.—
Manuscrito
24, 1888
.
Minneápolis como un campo de prueba
—El Señor estaba pro-
bando a su pueblo que tenía gran luz para ver si andaría en ella o se
apartaría de la misma bajo la tentación, pues solamente unos pocos
saben qué clase de espíritu los anima hasta que las circunstancias
sean de un carácter tal que prueben y demuestren el espíritu que los
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mueve a la acción. El corazón natural es el poder que gobierna en
muchos, y sin embargo no sospechan que el orgullo y el prejuicio
están entretejidos como huéspedes apreciados, y obran en palabras y