Página 186 - Mensajes Selectos Tomo 3 (2000)

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Mensajes Selectos Tomo 3
y su ejemplo debe ser una advertencia para los ministros en contra
de esa actitud de satisfacción propia.
Presentad los temas inspiradores del Evangelio
—Necesita-
mos que un poder se posesione de nosotros ahora y nos conmueva
a tener diligencia y fe ferviente. Entonces, bautizados por el Espí-
ritu Santo, tendremos a Cristo, la esperanza de gloria, formado en
nosotros. Entonces exhibiremos a Cristo como el objeto divino de
nuestra fe y nuestro amor. Hablaremos de Cristo; oraremos a Cristo
y acerca de Cristo. Alabaremos su santo nombre. Presentaremos
ante el pueblo sus milagros, su abnegación, su sacrificio propio, sus
sufrimientos, su crucifixión, su resurrección y su ascensión triunfal.
Estos son los temas inspiradores del Evangelio para despertar amor
y fervor intenso en cada corazón. Aquí están los tesoros de sabiduría
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y conocimiento, una fuente inextinguible. Cuanto más busquéis de
esta experiencia, mayor será el valor de vuestra vida.
Puede sacarse de la fuente agua viva, y sin embargo no habrá
disminución de la provisión de la misma. Los ministros del Evange-
lio serían hombres poderosos si colocaran siempre al Señor delante
de ellos y dedicaran su tiempo al estudio de su adorable carácter.
Si hicieran esto, no habría apostasías, y nadie sería separado de la
asociación [hermandad] por haber acarreado desgracia a la causa de
Dios y puesto a Jesús en una condición de pública vergüenza, debido
a sus prácticas licenciosas. Las facultades de todo ministro del Evan-
gelio deben ser empleadas para educar a las iglesias de creyentes a
recibir a Cristo por fe como su Salvador personal, a incorporarlo en
sus mismas vidas y hacer de él su Modelo, para aprender de Jesús,
creer en Jesús y exaltar a Jesús. El ministro mismo debe espaciarse
en el carácter de Cristo. Debe ponderar la verdad, y meditar en los
misterios de la redención, especialmente la obra mediadora de Cristo
para este tiempo.
Espaciaos más en la encarnación y la expiación
—Si Cristo
es todo y en todo para cada uno de nosotros, ¿por qué no nos es-
paciamos más en su encarnación y en su sacrificio expiatorio en
las iglesias? ¿Por qué no se emplean los corazones y las lenguas
en alabar al Redentor? Esta será la manera en que se usarán las
facultades de los redimidos durante los siglos sin fin de la eternidad.
Necesitamos nosotros mismos tener una viva relación con Dios,
a fin de enseñar a Jesús a otros. Entonces podremos transmitir la