Página 215 - Mensajes Selectos Tomo 3 (2000)

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Consejo relativo a la edad para ingresar en la escuela
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Privilegios escolares para niños de menos edad
—Pero aquí
hay una obra que debe hacerse por las familias, y por los niños de
siete, ocho y nueve años. Debiéramos tener un departamento espe-
cial, es decir, un segundo departamento, donde estos niños puedan
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ser enseñados. Aprenderán en la escuela aquello que con frecuencia
no aprenden fuera de ella, excepto por la asociación con otros...
Ahora bien, parece que el problema en cuanto a estos niños es si
deben asistir [a esta edad] a la escuela. Quiero saber de parte de los
padres de cada uno de ellos, quién es el que se siente perfectamente
satisfecho con sus hijos, tales como son, sin enviarlos a la escuela, a
una escuela que tiene clases de Biblia, que tiene orden, tiene disci-
plina, y está tratando de encontrar algo que ellos puedan hacer para
ocupar su tiempo. No creo que haya alguno que tenga objeciones, si
entiende el problema.
Causa del primer consejo
—Pero cuando escuché las objecio-
nes: que los niños no podían asistir a la escuela hasta que cumplieran
diez años, quise decirles que cuando me fue dada la luz de que los
niños no deberían asistir a la escuela hasta que tuvieran edad su-
ficiente para ser enseñados, no había [entonces] una escuela que
guardara el sábado. A los niños debe enseñárseles en el hogar la
debida conducta para que no sean descarriados cuando asistan a
la escuela. La maldad que se manifiesta en las escuelas públicas
sobrepasa casi toda concepción posible.
Esto es así, y he estado bien preocupada con respecto a la idea:
“La Hna. White ha dicho tal y tal cosa, y la Hna. White ha dicho
esto y aquello, y por lo tanto vamos a proceder como ella dice”.
Dios quiere que tengamos sentido común, y que razonemos
con sentido común. Las circunstancias alteran las condiciones. Las
circunstancias cambian la relación de las cosas.
La escuela de iglesia y una pobre dirección en el hogar
Aquí hay un sanatorio, y ese sanatorio debe ejercer la más alta
influencia posible dentro y fuera. Ahora bien, si la gente ve a niños
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que vienen aquí—de mirada maliciosa, ojos de lince, vagabundos,
sin nada que hacer, haciendo travesuras, y todas estas cosas—esto
resulta desagradable para la sensibilidad de los que quieren conservar
la buena reputación de la escuela. Por lo tanto, por la luz que Dios me
ha dado, [declaro que] si hay una familia que no tiene la capacidad
de educar, y que no ejerce disciplina y gobierno sobre sus hijos, los