Página 241 - Mensajes Selectos Tomo 3 (2000)

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La indumentaria y el adorno
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verdad. Si son tentados a ejercer una partícula de influencia que los
aleje de Cristo y los conduzca al mundo, en materia de orgullo, moda
u ostentación, hablarán palabras de resistencia que harán retroceder
el poder del enemigo. “No soy mío—dicen—. Fui comprado por
precio. Soy un hijo o una hija de Dios”.—
Carta 26, 1900
.
La sencillez en el vestido
Cuando vi a muchos adventistas observadores del sábado hacerse
mundanos en pensamiento, en la conversación, en el vestido, mi
corazón se entristeció. Las personas que afirman que tienen el último
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mensaje de misericordia para darlo al mundo, son atraídos por las
modas del mundo, y hacen grandes esfuerzos para seguirlas tanto
como creen que su profesión de fe les permite ir. El vestido del
mundo que se usa entre nuestro pueblo es tan llamativo, que los no
creyentes con frecuencia hacen la siguiente observación: “Por la
manera en que se visten Uds. no se los puede distinguir del mundo”.
Sabemos que esto es cierto, aunque hay muchas excepciones.
Los que se conforman con las normas del mundo no son pocos
en número. Nos entristece ver que están ejerciendo influencia, e
induciendo a otros a seguir su ejemplo. Cuando veo a los que se
llaman del nombre de Cristo imitando las costumbres introducidas
por los del mundo, me hago las más penosas reflexiones. Su falta de
cristianismo es evidente para todos. En el adorno exterior se revela
ante los mundanos, así como delante de los cristianos, una ausencia
del adorno interior, el ornamento de un espíritu pacífico y humilde,
que es de grande estima a la vista de Dios...
Se señala la condición del corazón
—Amonestamos a nuestras
hermanas cristianas en contra de la tendencia a confeccionar sus
vestidos de acuerdo con los estilos mundanos, atrayendo de esta
manera la atención. La casa de Dios es profanada por los vestidos
de las mujeres de hoy que dicen ser cristianas. Un vestido lleno de
fantasía, la ostentación de cadenas de oro y encajes vistosos, indica
ciertamente una cabeza débil y un corazón orgulloso.
A fin de seguir las modas, muchos de nuestros jóvenes incurren
en gastos que no son justificados por sus condiciones de vida. Hijos
de padres pobres tratan de vestirse como lo hacen los ricos. Los
padres abusan de sus entradas y de las fuerzas y el tiempo concedi-