La posición en la oración según las circunstancias
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demás y a trabajar por su salvación, que lo manifestaran poniéndose
de pie. Me sorprendí al ver a toda la congregación ponerse de pie.
Entonces pedí a todos que se arrodillaran, y elevé mi petición al
cielo por ese pueblo. Estaba profundamente impresionada por esta
experiencia. Sentía intensamente la obra del Espíritu de Dios sobre
mí, y sé que el Señor me dio un mensaje especial para su pueblo en
esa ocasión.—
The Review and Herald, 11 de marzo de 1909
.
Una numerosa congregación en Europa permaneció senta-
da
—Invité que pasaran adelante todos los que deseaban las oracio-
nes de los siervos de Dios. Procuré diligentemente que aprovecharan
la oportunidad todos los que habían sido apóstatas y querían volver
al Señor. Se llenaron rápidamente varios asientos y toda la congre-
gación se puso en movimiento. Les dijimos que lo mejor era que
quedaran en sus asientos y que buscaríamos juntos al Señor con-
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fesando nuestros pecados, y que él ha prometido: “Si confesamos
nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados,
y limpiarnos de toda maldad”.
1 Juan 1:9
.—
Diario, 20 de febrero de
1887
;
Mensajes Selectos 1:170-171
.
La congregación se pone de pie para una oración de con-
sagración
—Invité a que se pusieran de pie todos los que querían
entregarse a Dios en un pacto sagrado para servirle de todo corazón.
El local estaba lleno y casi todos se levantaron. Había presente un
buen número de oyentes que no pertenecía a nuestra fe y se levanta-
ron algunos de ellos. Los presenté al Señor con ferviente oración,
y supimos que contamos con la manifestación del Espíritu de Dios.
Sentimos que realmente se había ganado una victoria.—
Manuscrito
30a, 1896
;
Mensajes Selectos 1:173-174
.
La congregación se arrodilla para una oración de consagra-
ción
—Al terminar mi discurso me sentí impresionada por el Espíritu
de Dios al extender una invitación a que pasaran al frente todos los
que deseaban entregarse plenamente al Señor. Los que sentían la
necesidad de las oraciones de los siervos de Dios fueron invitados
a manifestarlo. Pasaron al frente unos treinta... Había vacilado al
principio, preguntándome si era lo mejor proceder así, puesto que,
hasta donde yo podía ver, mi hijo y yo éramos los únicos que podían
ser de ayuda en aquella ocasión. Pero, como si alguien me hubiera
hablado, pasó el pensamiento por mi mente: “¿No pueden confiar
en el Señor?” Dije: “Lo haré, Señor”. Aunque mi hijo quedó muy