Página 327 - Mensajes Selectos Tomo 3 (2000)

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La música y el director de música
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Música dignificada, solemne e impresionante
—El ejercicio
corporal para poco aprovecha. Cualquier cosa que esté relacionada
de alguna manera con el culto religioso debe ser digno, solemne e
impresionante. A Dios no le agrada cuando ministros que aseveran
ser representantes de Cristo representan tan mal al Señor, y usan
el cuerpo para hacer movimientos y adoptar actitudes ordinarias,
ejecutando gestos indignos, toscos y no refinados. Todo esto divierte
y estimula la curiosidad de los que desean ver cosas extrañas, raras
y excitantes; pero estas cosas no elevarán las mentes y los corazones
de los presentes.
Lo mismo puede decirse del canto. Ud. asume actitudes que
no son dignas. Utiliza toda la potencia y el volumen que puede de
la voz. Ahoga los acordes más finos y las notas de las voces más
musicales que las suyas. Estos movimientos corporales y esta voz
desagradable y alta, no constituyen ninguna melodía, ni para los
que escuchan en la tierra ni para los que escuchan en el cielo. Tal
forma de cantar es defectuosa y Dios no la acepta como una melodía
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perfecta, suave y dulce. No existen exhibiciones semejantes entre los
ángeles como las que he visto a veces en nuestras reuniones. Esta
clase de notas desagradables y gesticulaciones no se ven en el coro
angelical. Sus himnos no rechinan en los oídos. El canto es suave y
melodioso, y se hace sin este gran esfuerzo que yo he presenciado.
No requiere tanto esfuerzo ni ejercicio físico.
No se tocan sentimientos ni se subyuga el corazón
—El Hno.
U no ve cuántos se divierten y cuántos se sienten disgustados. Al-
gunos no pueden dominar pensamientos no muy sagrados y senti-
mientos de liviandad al ver los movimientos no refinados hechos en
el canto. El Hno. U se exhibe a sí mismo. Sus cantos no tienen una
influencia tal que subyugue los corazones y toque los sentimientos.
Muchos han asistido a las reuniones y han escuchado las palabras
de verdad habladas desde el púlpito, palabras que han convencido
y solemnizado sus mentes; pero muchas veces la forma en que se
canta no ha profundizado la impresión hecha. Las demostraciones
y contorsiones corporales, la aparición de esfuerzos exagerados y
forzados, han resultado tan fuera de lugar para la casa de Dios, tan
cómicos, que las impresiones serias hechas sobre las mentes han
sido quitadas. Los que creen la verdad no están a la altura de los
pensamientos con que se los veía antes del canto.