Página 338 - Mensajes Selectos Tomo 3 (2000)

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Mensajes Selectos Tomo 3
uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”.
Mateo
25:40
. Necesitamos recordar que debemos guardar cuidadosamente
nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras palabras y
acciones, para que no seamos de los que hieren y dañan al Salvador
en la persona de sus santos; pues nos ha dicho claramente que él
se identifica con la humanidad que sufre. Ninguno de los fieles de
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Dios que no haya pasado por severos conflictos y pruebas recibirá
el honor de una corona de vida en el reino de gloria. Todos los
que salgan ganadores en la carrera por la corona inmortal, habrán
luchado legítimamente...
No engrimáis las armas contra los soldados de Cristo
—De-
bemos esgrimir las armas de nuestra milicia contra nuestros enemi-
gos, pero nunca volverlas contra los que se hallan bajo las órdenes de
marcha del Rey de reyes, que están peleando virilmente las batallas
del Señor de señores. Nadie luche contra un soldado a quien el Señor
reconoce, a quien Dios ha enviado para llevar un mensaje especial
al mundo, y para hacer una obra especial.
Los soldados de Cristo no siempre revelan perfección en su
obra, pero sus errores no deben producir de parte de sus camaradas
palabras que debiliten, sino palabras que fortalezcan, y los ayuden a
recuperar el terreno que han perdido. No deben tomar la gloria de
Dios en deshonor, y dar ventaja a los más acerbos adversarios de su
Rey.
Que los soldados que luchan con ellos no sean jueces severos e
irrazonables de sus camaradas, exagerando hasta el máximo todo
defecto. No manifiesten los atributos satánicos convirtiéndose en
acusadores de los hermanos, pues nos hallaremos falsamente presen-
tados mientras sostenemos la verdad y defendemos la pisoteada ley
de Dios; pero no deshonre nadie la causa del Todopoderoso hacien-
do público algún error que los soldados de Cristo pueden cometer,
cuando ese error ha sido visto y corregido por los mismos que han
tomado alguna posición falsa...
Dios culpará a los que con falta de sabiduría exponen los errores
de sus hermanos, de pecado de mayor magnitud que aquel del cual
ellos acusan al que hace un error. La crítica y la condenación a los
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hermanos es contada como crítica y condenación a Cristo.—
Carta
48, 1894
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