Página 83 - Mensajes Selectos Tomo 3 (2000)

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La recepción de los mensajes
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que creen en los testimonios que reciben, hasta que se les da el
mensaje de que deben cambiar sus planes y sus métodos, que la
tarea de edificar su carácter debe ser hecha en forma completamente
diferente, o de otra manera las tormentas y las tempestades los ba-
rrerán derribándolos de sus fundamentos. Entonces el enemigo los
tienta a justificarse a sí mismos.
Después de leer este mensaje Ud. se sentirá tentado a decir:
“Esto no es así. Yo no soy como se me presenta aquí. Alguien ha
llenado la mente de la Hna. White de una cantidad de basura acerca
de mí”. Pero le digo en el nombre del Señor que las palabras de
este escrito son de Dios. Si decide poner a un lado el asunto de esta
manera, muestra la medida de su fe en la obra que el Señor le ha
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dado a su sierva para Ud.—
Carta 13, 1902
.
Las porciones que condenan complacencias favoritas
—Hay
algunos falsos creyentes que aceptan ciertas porciones de los testi-
monios como mensajes de Dios, en tanto que rechazan las porciones
que condenan sus complacencias favoritas. Tales personas están
trabajando contra su propio bienestar y el de la iglesia. Es esencial
que andemos en la luz mientras tenemos luz.—
Manuscrito 71, 1908
.
Algunos toman livianamente los mensajes
—Frecuentemente
no me anticipo a decir las cosas que digo cuando estoy hablando
delante de la gente. Dios me puede dar palabras de reprobación,
de advertencia, de ánimo, como él lo juzga conveniente para el
beneficio de las almas. Hablaré esas palabras, y ellas pueden afectar
profundamente la vida de mis hermanos, a quienes amo sinceramente
y respeto en la verdad.
Supongo que estas palabras sean distorsionadas y mal entendidas
por los no creyentes, y esto no me sorprende. Pero que mis propios
hermanos, quienes están al tanto de mi misión y mi trabajo, tomen
livianamente el mensaje que Dios me da para presentar, ofende su
Espíritu.
Es desconcertante para mí que ellos tomen ciertas porciones de
los testimonios que les agradan y que consideran que justifican su
propia conducta, y den la impresión de que esa porción la aceptan
como la voz de Dios, y, en cambio, cuando otros testimonios vienen
para reprochar su conducta, cuando se hablan palabras que no coin-
ciden con sus opiniones y con su juicio, deshonran la obra de Dios
diciendo: “Oh, esto no lo aceptamos; es solamente la opinión de la