Página 101 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

Basic HTML Version

La obra en Battle Creek
97
aquí la viga en el ojo tuyo?”
cap. 7:3, 4
. Sucede con frecuencia
que mientras alguien está dispuesto a discernir los errores de sus
[106]
hermanos, tal vez comete mayores faltas él mismo y, sin embargo,
no lo ve.
Todos los que seguimos a Cristo debemos tratarnos unos a otros
exactamente como deseamos que el Señor nos trate en nuestros erro-
res y debilidades, porque todos erramos y necesitamos su compasión
y perdón. Jesús consintió en revestirse de la naturaleza humana, para
que supiera compadecerse de los mortales pecaminosos y errantes
e interceder ante su Padre en favor de ellos. Se ofreció para ser el
abogado del hombre y se humilló para familiarizarse con las tenta-
ciones que asediaban al hombre, a fin de que pudiese socorrer a los
que son tentados y fuera un tierno y fiel sumo sacerdote.
Con frecuencia es necesario reprender claramente el pecado y
desaprobar el mal. Pero los ministros que trabajan por la salvación
de sus semejantes no deben ser implacables con los errores que hay
entre ellos ni hacer prominentes los defectos que hay en sus orga-
nizaciones. No deben exponer o reprender sus debilidades. Deben
preguntarse si, en caso de que otro siguiera esta conducta con ellos
mismos, produciría el efecto deseado; ¿aumentaría su amor por el
que recalcase sus errores o acrecentaría su confianza en él? Espe-
cialmente los errores de los ministros dedicados a la obra de Dios
deben ser mantenidos en un círculo tan pequeño como sea posible,
porque son muchos los débiles que se aprovecharían de saber que
los que ministran en palabra y doctrina tienen debilidades como
los otros hombres. Es algo muy cruel que las faltas de un ministro
sean expuestas a los incrédulos si ese ministro es tenido por digno
de trabajar en el futuro por la salvación de las almas. Ningún bien
puede provenir de esta exposición, sino solamente daño. Al Señor
le desagrada esta conducta, porque socava la confianza del pueblo
en aquellos a quienes él acepta para hacer avanzar su obra. El ca-
rácter de todo colaborador debe ser custodiado celosamente por sus
hermanos en el ministerio. Dios dice: “No toquéis... a mis ungidos,
ni hagáis mal a mis profetas”.
1 Crónicas 16:22
. Debe estimarse el
amor y la confianza. La falta de este amor y confianza de un ministro
hacia otro, no aumenta la felicidad del que es así deficiente, sino que
[107]
al mismo tiempo que labra la desdicha de su hermano, él mismo es
desdichado. Hay en el amor mayor poder que en la censura. El amor