Página 102 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
se abrirá paso a través de las vallas, mientras que la censura cerrará
toda vía de acceso al alma.
Mi esposo necesita un cambio. Pueden ocurrir pérdidas en la
oficina de publicaciones por falta de su larga experiencia, pero la
pérdida de dinero no puede compararse en absoluto con la salud
y la vida del siervo de Dios. El ingreso de recursos puede no ser
tan grande por falta de gerentes ahorrativos, pero si [la salud de] mi
esposo fallara nuevamente, ello descorazonaría a sus hermanos y
debilitaría sus manos. Los recursos no pueden considerarse como
un equivalente.
Hay mucho por hacer. Debiera haber misioneros en el campo
que estuviesen dispuestos, si es necesario, a ir a países extranjeros
a presentar la verdad a la gente que se encuentra en tinieblas. Pero
entre los jóvenes hay poca disposición a consagrarse a Dios y dedi-
car sus talentos a su servicio. Están demasiado inclinados a rehuir
responsabilidades y cargas. No están obteniendo la experiencia de
llevar cargas o el conocimiento de las Escrituras que debieran tener
para capacitarlos para el trabajo que Dios aceptaría de sus manos.
Es el deber de todos ver cuánto pueden hacer por el Maestro que
murió por ellos. Pero muchos están tratando de hacer tan poco como
sea posible y acarician la vaga esperanza de entrar finalmente en el
cielo. Es su privilegio tener estrellas en su corona por las almas sal-
vadas por su intermedio. Pero, ¡qué pena!, prevalecen por doquiera
la indolencia y la pereza espiritual. El egoísmo y el orgullo ocupan
un gran lugar en sus corazones, y apenas hay poco espacio para las
cosas espirituales.
En la oración que Cristo enseñó a sus discípulos estaba el pedido:
“Perdona nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros
deudores”. No podemos repetir esta oración desde el corazón y
atrevernos a no ser perdonadores, porque le pedirnos al Señor que
perdone nuestras deudas contra él de la misma manera como noso-
tros perdonamos a quienes nos ofenden. Pero pocos comprenden
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la verdadera importancia de esta oración. Si aquellos que no son
perdonadores comprendieran la profundidad del significado de la
oración, no se atreverían a repetirla y pedirle a Dios que los trate
como ellos tratan a sus semejantes mortales. Y sin embargo este
espíritu de dureza y de falta de perdón existe en un grado alarmante
aun entre hermanos. Hermanos que son severos unos con otros.
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