Página 120 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
guna aparente deficiencia o por su falta de entusiasmo. Pero cuando
son probados por el calor de la prueba y la tentación, cuando se les
aplica la tijera de podar de Dios para que puedan rendir fruto que
alcance la perfección, su celo muere y sus voces se silencian. Ya no
se jactan de la fuerza y el poder de la verdad.
Esta clase está dominada por los sentimientos. No tienen profun-
didad ni estabilidad de carácter. Los principios no son profundos,
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no están implícitos en los motivos de la acción. Por palabra han
exaltado la verdad, pero no son hacedores de ella. La semilla de
verdad no ha echado raíces debajo de la superficie. El corazón no
ha sido renovado por la influencia transformadora del Espíritu de
Dios. Y cuando la verdad requiere hombres y mujeres trabajadores,
cuando deben hacerse sacrificios por causa de la verdad, ellos están
en otra parte; y cuando vienen las pruebas y persecuciones, desertan
porque no tienen profundidad de tierra. La verdad, clara, directa y
rigurosa, es colocada sobre el corazón y revela la deformidad del
carácter. Algunos no soportarán esta prueba, pero frecuentemente
cierran los ojos ante sus propias imperfecciones; aunque su concien-
cia les diga que las palabras habladas por los mensajeros de Dios,
que se relacionan tan estrechamente con sus caracteres cristianos,
son verdad; sin embargo, no escucharán la voz. Se ofenden a causa
de la Palabra y renuncian a la verdad antes que someterse para ser
santificados mediante ella. Se lisonjean de que pueden llegar al cielo
en una forma más fácil.
Todavía hay otra clase que está representada en la parábola. Hay
hombres y mujeres que escuchan la Palabra y que se convencen de
la verdad y la aceptan sin ver la pecaminosidad de sus corazones.
El amor al mundo ocupa un gran lugar en sus afectos. En asuntos
comerciales a ellos les encanta conseguir lo mejor del convenio.
Mienten, y por engaño y fraudes ganan recursos que siempre les
resultarán como una espina; porque esto tendrá más peso que sus
buenos propósitos e intenciones. La buena semilla sembrada en sus
corazones es ahogada. Frecuentemente están tan embargados de
preocupaciones y ansiedad, temiendo que no obtendrán ganancias,
o que perderán lo que han ganado, que colocan en primer lugar
sus asuntos temporales. No nutren la buena simiente. No asisten a
reuniones donde sus corazones pueden ser fortalecidos mediante
privilegios religiosos. Temen que enfrentarán alguna pérdida en las