Página 128 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
tes. Andan a la deriva, y tienen poca estabilidad de carácter. Las
impresiones recibidas en su infancia y juventud forman parte de la
textura de su carácter y llegan a ser el principio motor de su vida
madura.
Aquellos que se han familiarizado con los principios de la verdad
debieran seguir de cerca la Palabra de Dios como su guía. Debieran
dar a Dios las cosas que son de Dios.
Se me mostró que varios en Vermont estaban cometiendo un
gran error al apropiarse de los medios que Dios había confiado a
su custodia. Estaban pasando por alto las demandas de Dios sobre
todo lo que tienen. El enemigo de la justicia había cegado sus ojos,
y estaban tomando un curso de acción que resultaría desastroso para
ellos y para sus queridos hijos.
Los hijos estaban influyendo sobre sus padres para que deja-
ran su propiedad en las manos de ellos a fin de apropiarse de ella
de acuerdo con su criterio. Con la luz de la Palabra de Dios, tan
sencilla y clara respecto al dinero prestado a los mayordomos, y
con las advertencias y reprensiones que Dios ha dado mediante los
Testimonios
en cuanto a la distribución de los recursos; si con toda
esta luz ante ellos, los hijos, ya sea directa o indirectamente influyen
sobre sus padres para que repartan su propiedad mientras vivan, o
para que la den en testamento principalmente a los hijos a fin de
que pase a manos de ellos después de la muerte de sus padres, asu-
men enormes responsabilidades. Los hijos de padres ancianos que
profesan creer la verdad, debieran, en el temor de Dios, aconsejar
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y suplicar a sus padres que sean fieles a su profesión de fe y que
tomen un curso de acción referente a sus recursos, que Dios pueda
aprobar. Los padres debieran depositar para ellos tesoros en el cielo
destinando sus recursos ellos mismos para el avance de la causa de
Dios. No debieran privarse ellos mismos del tesoro celestial dejando
un exceso de recursos a personas que tienen suficiente; al hacer esto
no sólo se privan del precioso privilegio de depositar en los cielos
un tesoro que no falla, sino que roban de la tesorería de Dios.
En el congreso declaré que cuando la propiedad es dejada en
testamento principalmente a los hijos, mientras que no se destina
nada a la causa de Dios, o si acaso, una cantidad mezquina indigna
de ser mencionada, esta propiedad frecuentemente resultaría en una
maldición para los hijos que la heredan. Sería una fuente de tentación