Página 129 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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A padres ricos
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y abriría una puerta por la cual estarían corriendo el riesgo de caer
en muchas concupiscencias peligrosas y dañinas.
Los padres deberían ejercer el derecho que Dios les ha dado.
Les ha confiado los talentos que tendrían que usar para su gloria de
acuerdo a su voluntad. Los hijos no debieran llegar a ser responsables
de los talentos del padre. Mientras tienen mentes sanas y buen juicio,
los padres debieran—con piadosa consideración y con la ayuda
de consejeros adecuados que tengan experiencia en la verdad y un
conocimiento de la voluntad divina—disponer de sus bienes. Si
tienen hijos que están enfermos o que están luchando con la pobreza,
y que harán un uso juicioso de los recursos, debieran ser tenidos en
cuenta. Pero si tienen hijos incrédulos que poseen abundancia de las
cosas de este mundo, y que están sirviendo al mundo, cometen un
pecado contra el Amo de todo, que los ha hecho sus mayordomos,
al colocar medios en las manos de ellos meramente porque son sus
hijos. No se deben considerar livianamente los requerimientos de
Dios.
Y debiera entenderse claramente que por el hecho de que los
padres han hecho su testamento, esto no les impedirá dar recursos
a la causa de Dios mientras vivan. Debieran hacerlo. Tendrían que
tener la satisfacción aquí, y la recompensa en el más allá, de disponer
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de sus recursos extra mientras vivan. Debieran hacer su parte para
promover la causa de Dios. Debieran usar los medios que el Amo
les ha prestado para llevar adelante la obra que necesita hacerse en
su viña.
El amor al dinero yace a la raíz de casi todos los delitos corneti-
dos en el mundo. Los padres que retienen egoístamente sus recursos
para enriquecer a sus hijos, y que no ven las necesidades de la causa
ni las alivian, cometen un error terrible. Los hijos a quienes piensan
bendecir con sus recursos son malditos a través de ellos.
El dinero dejado a los hijos frecuentemente se convierte en una
raíz de amargura. A menudo disputan sobre la propiedad que se les
dejó y en caso de un testamento, rara vez están todos satisfechos con
la distribución hecha por el padre. Y en vez de que los recursos dejen
una animada gratitud y reverencia por su memoria, crean insatisfac-
ción, murmuración, envidia y falta de respeto. Hermanos y hermanas
que estaban en paz entre ellos entran a veces en desacuerdo, y las
disensiones familiares son a menudo el resultado de los recursos