Página 130 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
heredados. Las riquezas son deseables sólo como un medio para
suplir las necesidades presentes y de hacer bien a otros. Pero las
riquezas heredadas, más frecuentemente llegan a ser una trampa para
el poseedor que una bendición. Los padres no debieran tratar que
sus hijos enfrenten las tentaciones a las que los exponen al dejarles
recursos que ellos mismos no han hecho ningún esfuerzo para ganar.
Se me mostró que algunos hijos que profesan creer en la verdad,
en una manera indirecta han influido sobre el padre para que guarde
sus recursos para sus hijos en vez de asignarlos a la causa de Dios
mientras vive. Aquellos que han influenciado sobre su padre para
que cambie la administración de sus bienes para beneficiarlos a ellos,
poco saben lo que están haciendo. Están acumulando sobre ellos
mismos una doble responsabilidad, la de inclinar la mente del padre
para que no cumpla el propósito de Dios en la distribución de los
medios que Dios le prestó, a fin de ser usados para su gloria, y la
responsabilidad adicional de convertirse en mayordomos de medios
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que el padre debería haber prestado a los banqueros, para que el
Amo pudiera recibir lo suyo con intereses.
Muchos padres cometen un gran error al sacar sus propiedades
de sus manos y colocarlas en las de sus hijos mientras ellos mismos
son responsables por el uso o abuso del talento que Dios les ha
prestado. La transferencia de los bienes no hace más felices ni a los
padres ni a los hijos. Y los padres generalmente lamentan esta acción
de su parte, incluso si viven pocos años más. El amor a los padres
por parte de los hijos no aumenta con este curso de acción. Los
hijos no sienten mayor gratitud ni obligación hacia sus padres por
su liberalidad. A la raíz del asunto parece haber una maldición, que
aflora en egoísmo de parte de los hijos y en desdicha y sentimientos
miserables de dependencia restringida de parte de los padres.
Si los padres, mientras viven, ayudaran a sus hijos a valerse por
ellos mismos, esto sería mejor que dejarles una suma grande de dine-
ro al morir. Los hijos a quienes se les permite confiar principalmente
en sus propios esfuerzos llegan a ser mejores hombres y mujeres, y
están mejor capacitados para la vida práctica que aquellos hijos que
han dependido de los bienes de su padre. Los hijos a quienes se les
permite depender de sus propios recursos generalmente valoran sus
aptitudes, mejoran sus privilegios, y cultivan y dirigen sus facultades
para cumplir un propósito en la vida. Frecuentemente desarrollan