Página 131 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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A padres ricos
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caracteres con rasgos de laboriosidad, frugalidad y valor moral, que
yacen en el fundamento del éxito en la vida cristiana. Aquellos hijos
por quienes los padres hacen más, frecuentemente sienten la menor
obligación hacia sus progenitores. Los errores de los que hemos
hablado han existido. Los padres han transferido la administración
de sus bienes a sus hijos.
En el congreso campestre, en 1870, apelé a aquellos que tenían
recursos a que los usaran en la causa de Dios como sus fieles mayor-
domos, y que no dejaran esta obra a sus hijos. Es una tarea que Dios
les ha dejado a ellos para que lo hagan, y cuando el Amo los llame a
rendir cuentas, ellos puedan, como fieles mayordomos, devolverle
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lo que les ha prestado, tanto el capital inicial como el interés.
Me fueron presentados los hermanos X, Y y Z. Estos hombres
estaban cometiendo un error respecto a la asignación de sus recursos.
Algunos de sus hijos estaban influyendo sobre ellos en este asunto,
y estaban acumulando sobre sus almas responsabilidades que no
estaban en condiciones de llevar. Estaban abriendo una puerta e
invitando al enemigo a entrar con sus tentaciones para hostigarlos y
destruirlos. Los dos hijos menores del hermano X estaban en gran
peligro. Se estaban asociando con individuos de una clase de ca-
rácter que no los elevaría, sino que los degradaría. La influencia
sutil de estas amistades estaba ejerciendo una influencia impercep-
tible sobre estos jóvenes. La conversación y la conducta de malos
compañeros eran de tal carácter que los separaba de la influencia de
sus hermanas y de los esposos de sus hermanas. Mientras hablaba
sobre este tema en el congreso, me sentí profundamente afectada.
Conocía a las personas que estaban ante mí a quienes había visto en
visión. Les insistí a quienes me oían en la necesidad de una com-
pleta consagración a Dios. No mencioné nombres porque no se me
permitía hacer esto. Debía explayarme sobre los principios, apelar a
los corazones y conciencias, y dar una oportunidad para desarrollar
el carácter a aquellos que profesaban amar a Dios y observar sus
mandamientos. Dios les enviaría advertencias y admoniciones, y si
realmente deseaban hacer su voluntad tenían una oportunidad. Fue
dada la luz, y luego tendríamos que esperar y ver si ellos vendrían a
la luz.
Dejé el congreso con una carga de ansiedad en mi mente en
relación con las personas cuyo peligro se me había mostrado. En