Página 133 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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A padres ricos
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habían descarriado lejos de Dios. La juventud estaba en un estado
de apostasía.
[141]
Me fue mostrado que los dos hijos menores del hermano X
eran por naturaleza jóvenes de buen corazón, concienzudos, pero
que Satanás había cegado su percepción. Sus compañeros no eran
todos de ese grupo que fortalecería y mejoraría la moral de ellos
o aumentaría su comprensión y amor por la verdad y las cosas
celestiales. “Un pecador destruye mucho bien”.
Eclesiastés 9:18
.
El ridículo y la conversación corrupta de estos compañeros habían
tenido su efecto para desvanecer las impresiones serias y religiosas.
Es un error que los cristianos se asocien con aquellos cuya moral
es relajada. Un trato íntimo y cotidiano que ocupa el tiempo sin
contribuir en ninguna medida a la fuerza del intelecto o a la moral es
peligroso. Si la atmósfera moral que rodea a las personas no es pura
y santificada, sino que está contaminada con corrupción, aquellos
que la respiran encontrarán que actúa casi insensiblemente sobre el
intelecto y el corazón para envenenar y arruinar. Es peligroso estar
relacionado con aquellos cuyas mentes se mueven naturalmente
en un nivel bajo. Aquellos que por naturaleza son concienzudos y
aman la pureza, en forma gradual e imperceptible se colocarán en el
mismo nivel y participarán y simpatizarán con las estupideces y la
aridez moral con las que constantemente son puestos en contacto.
Era importante que las amistades de estos jóvenes cambiaran.
“Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres”.
1
Corintios 15:33
. Satanás ha actuado mediante sus agentes para arrui-
nar a estos jóvenes. Nadie puede impedir en forma más efectiva o
desterrar las impresiones serias y los buenos deseos, que la compañía
con personas vanas, descuidadas y de mente corrompida. Cuales-
quiera sean los atractivos que puedan poseer tales personas mediante
su ingenio, sarcasmo y espíritu divertido, el hecho de que tratan
la religión con liviandad e indiferencia es suficiente razón para no
asociarse con ellas. Cuanto más cautivantes sean en otros respectos,
más debiera temerse su influencia como compañeros, porque ponen
tantos atractivos peligrosos en torno a una vida irreligiosa.
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Estos jóvenes debieran escoger como sus compañeros a aquellos
que aman la pureza de la verdad, cuya moral está incontaminada y
cuyos hábitos son puros. Deben cumplir con las condiciones deli-
neadas en la Palabra de Dios, si en verdad han de llegar a ser hijos de