Página 149 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Deterioro físico de la humanidad
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Las enfermedades se han transmitido de padres a hijos, de gene-
ración en generación. Los infantes en la cuna sufren miserablemente
debido a los pecados de sus padres, que han disminuido su fuerza
vital. Sus hábitos erróneos de alimentación y vestir, y su libertinaje
general, son transmitidos como una herencia a los hijos. Muchos
nacen locos, deformes, ciegos, sordos, y un grupo muy grande tienen
deficiencias intelectuales. La extraña ausencia de principios que
caracteriza a esta generación, y que se revela en su descuido de las
leyes de la vida y la salud, es asombrosa. Prevalece la ignorancia
sobre este tema, mientras la luz está brillando a su alrededor. La
principal preocupación de la mayoría es: ¿Qué comeré?, ¿qué be-
beré?, ¿y con qué me vestiré? Pese a todo lo que se dice y escribe
sobre cómo deberíamos tratar nuestros cuerpos, por lo general el
apetito es la gran ley que gobierna a los hombres y las mujeres.
Las facultades morales se debilitan porque los hombres y las mu-
jeres no viven en obediencia a las leyes de la salud ni hacen de este
gran tema un deber personal. Los padres legan a su descendencia sus
propios hábitos pervertidos, y enfermedades repugnantes corrompen
la sangre y debilitan el cerebro. La mayoría de los hombres y las mu-
jeres permanecen en la ignorancia de las leyes de su ser, y complacen
el apetito y la pasión a expensas del intelecto y la moral, y parecen
dispuestos a mantenerse ignorantes del resultado de su violación de
las leyes de la naturaleza. Complacen el apetito depravado con el
uso de venenos lentos que corrompen la sangre y socavan las fuerzas
nerviosas, y en consecuencia se acarrean enfermedades y muerte.
Sus amigos califican el resultado de esta conducta como el designio
de la Providencia. En esto insultan al Cielo. Ellos se rebelaron contra
las leyes de la naturaleza y sufrieron el castigo por abusar de ellas
de esta manera. Por todas partes prevalecen ahora el sufrimiento y la
mortalidad, especialmente entre los niños. ¡Cuán grande es el con-
traste entre esta generación y las que vivieron durante los primeros
dos milenios!
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