Página 154 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
condena: Apártate de mí, “siervo malo y negligente”.
Mateo 25:26
.
Jesús nunca dirá: “Bien hecho” a aquellos que no se han ganado las
palabras “Bien hecho” mediante sus vidas fieles de abnegación y
sacrificio propio a fin de hacer bien a otros y de promover su gloria.
Aquellos que viven principalmente para agradarse ellos en vez de
hacer bien a otros, enfrentarán una pérdida infinita.
Si los padres pudieran cobrar conciencia de la tremenda res-
ponsabilidad que descansa sobre ellos en la obra de educar a sus
hijos, más de su tiempo sería dedicado a la oración y menos a la
ostentación innecesaria. Reflexionarían y estudiarían y orarían fer-
vientemente a Dios en busca de sabiduría y ayuda divina para educar
a sus hijos de tal manera que puedan desarrollar caracteres que Dios
aprobará. No estarían ansiosos de saber cómo pueden educar a sus
hijos para que sean alabados y honrados por el mundo, sino cómo
pueden educarlos a fin de que formen caracteres hermosos que Dios
pueda aprobar.
Se necesita mucho estudio y oración ferviente en busca de sa-
biduría celestial para saber cómo tratar con las mentes juveniles,
porque mucho depende de la dirección que los padres les dan a
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las mentes y voluntades de sus hijos. Encaminar sus mentes en la
dirección correcta y en el momento oportuno es una obra sumamente
importante, porque su destino eterno puede depender de las decisio-
nes hechas en algún momento crítico. ¡Cuán importante, entonces,
es que las mentes de los padres estén tan libres como sea posible de
preocupaciones complejas y desgastadoras, centradas en las cosas
temporales, para que puedan pensar y actuar con serena considera-
ción, sabiduría y amor, y hacer de la salvación de las almas de sus
hijos la primera y suprema consideración! El gran objetivo que los
padres debieran tratar de lograr para sus queridos hijos debiera ser
el adorno interior. Los padres no pueden darse el lujo de permitir
que visitantes y desconocidos reclamen su atención, y les roben el
tiempo—que es el gran capital de la vida—, haciéndoles imposible
que cada día den a sus hijos esa instrucción paciente que deben
impartirles con el fin de imprimir en ellos la dirección correcta para
sus mentes en desarrollo.
Esta vida es demasiado corta para ser malgastada en diversiones
vanas e insignificantes, en visitas no provechosas, en arreglos de ro-
pa innecesarios con propósitos de ostentación, o en entretenimientos