Página 155 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Importancia de la educación en el hogar
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excitantes. No podemos darnos el lujo de derrochar el tiempo que
Dios nos ha dado con el objeto de bendecir a otros y para hacernos
tesoros en el cielo. No tenemos demasiado tiempo para el cumpli-
miento de los deberes necesarios. Necesitamos dedicar tiempo al
cultivo de nuestros propios corazones y mentes a fin de capacitarnos
para el trabajo de nuestra vida. Al descuidar esos deberes esenciales
y conformarnos a los hábitos y costumbres de la sociedad elegante
y mundana, nos hacemos a nosotros mismos y a nuestros hijos un
gran perjuicio.
Las madres que tienen que educar mentes juveniles y formar
caracteres infantiles no debieran buscar la excitación del mundo a
fin de estar contentas y felices. Tienen un trabajo importante para
la vida, y ellas y los suyos no pueden permitirse el lujo de gastar el
tiempo de un modo improductivo. El tiempo es uno de los talentos
importantes que Dios nos ha confiado y del cual nos pedirá cuenta.
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Malgastar el tiempo es malgastar el intelecto. Las facultades de
la mente son susceptibles de un elevado refinamiento. Es el deber
de las madres cultivar sus mentes y mantener sus corazones puros.
Debieran mejorar cada instrumento a su alcance para su progreso
intelectual y moral, a fin de estar capacitadas para perfeccionar las
mentes de sus hijos. Aquellos que complacen su inclinación a estar
en compañía de otras personas pronto se sentirán intranquilos a
menos que estén visitando a otros o recibiendo visitas. Los tales no
tienen la capacidad de adaptarse a las circunstancias. Los deberes
sagrados y necesarios del hogar les parecen vulgares y carentes de
interés. No tienen amor por el autoexamen o la disciplina propia. La
mente siente ansias de las escenas variadas y excitantes de la vida
mundana; los niños son descuidados para complacer la inclinación;
y el ángel que registra escribe: “Siervos inútiles”. El plan de Dios
es que nuestras mentes no estén sin un propósito, sino que cumplan
algo bueno en esta vida.
Si los padres comprendieran que la educación de sus hijos para
que sean útiles en esta vida es un deber solemne que Dios les ha
ordenado; si adornaran el templo interior de las almas de sus hijos e
hijas para la vida inmortal, veríamos un gran cambio y mejoramiento
en la sociedad. No se manifestaría entonces una indiferencia tan
grande respecto a la piedad práctica, y no sería tan difícil despertar
la sensibilidad moral de los niños para que entiendan los derechos