Página 158 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
ingratos los recompensan de esa manera, lamentan haber enviado a
sus hijos lejos de ellos para ser expuestos a tentaciones y regresar a
la casa hechos una ruina física, mental y moral. Con esperanzas de-
fraudadas y corazones casi quebrantados, ven a sus hijos, de quienes
tenían elevados propósitos, seguir un camino de vicios y arrastrar
una existencia miserable.
Pero hay jóvenes de principios firmes que satisfacen las ex-
pectativas de padres y maestros. Cursan sus estudios con limpia
conciencia y egresan con buena constitución física y una moralidad
no contaminada por influencias corruptoras. Pero el número de los
tales es reducido.
Algunos estudiantes ponen todo su ser en los estudios y con-
centran su mente en el blanco de obtener una educación. Ponen en
ejercicio el cerebro, pero permiten que las facultades físicas per-
manezcan inactivas. El cerebro trabaja en exceso, y los músculos
se debilitan porque no son ejercitados. Cuando estos estudiantes
se gradúan, es evidente que han obtenido su educación a expensas
de la vida. Han estudiado día y noche, año tras año, manteniendo
sus mentes continuamente en tensión, mientras que han fallado en
ejercitar suficientemente sus músculos. Lo sacrifican todo por un
conocimiento de las ciencias y pasan a sus tumbas prematuramente.
Con frecuencia las jóvenes se entregan al estudio descuidando
otras ramas de la educación aun más esenciales para la vida práctica
que el estudio de los libros. Y después de haber obtenido su edu-
cación, a menudo quedan inválidas para toda la vida. Descuidaron
su salud al permanecer demasiado tiempo puertas adentro, privadas
del aire puro del cielo y de la luz del sol dada por Dios. Estas jóve-
nes podrían haber salido sanas de sus colegios, si con sus estudios
hubieran combinado el trabajo doméstico y el ejercicio al aire libre.
La salud es un gran tesoro. Es la posesión más rica que puedan
tener los mortales. La riqueza, el honor o el saber son comprados
a un precio demasiado caro si se lo hace perdiendo el vigor de la
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salud. Ninguno de estos logros puede asegurar la felicidad si falta
la salud. Es un pecado terrible abusar de la salud que Dios nos ha
dado, porque cada abuso de la salud nos debilita para la vida y nos
convierte en perdedores, aun si obtenemos cualquier cantidad de
educación.