Página 166 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
lo que podría ser si usaran sus cerebros al igual que sus músculos.
Esta clase cae más rápidamente si es atacada por la enfermedad; el
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sistema es vigorizado por la fuerza eléctrica del cerebro para resistir
la enfermedad.
Las personas que poseen buenas facultades físicas debieran edu-
carse tanto para pensar como para actuar, sin depender de otros para
que sean sus cerebros. Muchos caen en el error popular de consi-
derar el trabajo físico como degradante. Por lo tanto los jóvenes
están muy ansiosos de educarse para llegar a ser maestros, oficinis-
tas, comerciantes, abogados, y para ocupar casi cualquier posición
que no requiera esfuerzo manual. Las jóvenes consideran las tareas
domésticas como deshonrosas. Y aunque el trabajo físico requerido
para cumplir las tareas domésticas, si no es demasiado severo, está
calculado para promover la salud, ellas buscarán una educación que
las capacite para llegar a ser maestras u oficinistas, o aprenderán
algún oficio que las confine puertas adentro para tener un empleo
sedentario. La frescura de la salud desaparece de sus mejillas, y la
enfermedad hace presa de ellas, porque están desprovistas de ejer-
cicio físico y por lo general sus hábitos están pervertidos. ¡Todo
esto porque es algo de moda! Disfrutan de una vida delicada, sin
entender que es sinónimo de debilidad y decadencia.
Es verdad que hay cierto grado de excusa para que las jóvenes no
elijan los quehaceres domésticos como su ocupación, puesto que los
que emplean a jóvenes para la cocina generalmente las tratan como
sirvientas. Frecuentemente sus empleadores no las respetan y las
consideran indignas de ser miembros de sus familias. No les otorgan
los privilegios que les dan a la modista, la copista o la profesora de
música. Pero no puede haber una ocupación más importante que
la de atender los quehaceres domésticos. Cocinar bien, presentar
alimentos saludables sobre la mesa en una manera atractiva requiere
inteligencia y experiencia. La persona que prepara el alimento que
ha de colocarse en nuestros estómagos, para convertirse en sangre
que nutra el sistema, ocupa una posición sumamente importante y
elevada. La posición de copista, modista o profesora de música no
puede igualarse en importancia a la de la cocinera.
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Lo que precede es una declaración de lo que podría haberse
hecho mediante un sistema adecuado de educación. El tiempo es
demasiado corto ahora para llevar a cabo lo que podría haberse hecho