Página 172 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
Cristo nos ha dejado aquí una lección sumamente importante. En
su enseñanza él no fomenta la indolencia. Su ejemplo era lo opuesto
a esto. Cristo fue un obrero esforzado. Su vida fue una vida de abne-
gación, diligencia, perseverancia, laboriosidad y economía. Sometió
ante nosotros el peligro de darle suma importancia a la comida y la
bebida. Él revela el resultado de entregarse a la complacencia del
apetito. Las facultades morales se debilitan de modo que el pecado
no parece pecaminoso. Se toleran los delitos, y las pasiones bajas
controlan la mente hasta que una corrupción general erradica los
buenos principios e impulsos, y Dios es blasfemado. Todo esto es
el resultado de comer y beber en exceso. Ésta es precisamente la
condición que él declara que existirá en su segunda venida.
¿Serán amonestados los hombres y las mujeres? ¿Estimarán la
luz, o llegarán a ser esclavos del apetito y las bajas pasiones? Cristo
nos presenta algo superior por lo cual trabajar, y no meramente por
lo que comeremos y lo que beberemos, y con lo que nos vestiremos.
Comer, beber y vestirse son llevados a tal exceso que se convierten
en crímenes, y están entre los pecados señalados de los últimos días,
y constituyen una señal de la pronta venida de Cristo. El tiempo,
el dinero y las fuerzas, que son del Señor, pero que él nos los ha
confiado, se malgastan en superfluidades de vestidos y lujos para
satisfacer el apetito pervertido, que disminuyen la vitalidad y traen
sufrimiento y decadencia. Es imposible presentar nuestros cuerpos
a Dios en un sacrificio vivo cuando están llenos de corrupción y
enfermedad por nuestra propia indulgencia pecaminosa.
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Debe obtenerse conocimiento en cuanto a cómo comer y beber y
vestirse de manera que se preserve la salud. La enfermedad es causa-
da por la violación de las leyes de la salud; es el resultado de violar
la ley de la naturaleza. Nuestro primer deber, que le debemos a Dios,
a nosotros mismos y a nuestros semejantes, es obedecer las leyes de
Dios, lo cual incluye las leyes de la salud. Si estamos enfermos, les
imponemos una carga tediosa a nuestros amigos y nos inhabilitamos
para cumplir nuestros deberes hacia nuestras familias y vecinos. Y
cuando la muerte prematura es el resultado de nuestra violación de
la ley de la naturaleza, acarreamos tristeza y sufrimiento a otros;
privamos a nuestros vecinos de la ayuda que debemos rendirles con
nuestra vida; les robamos a nuestras familias el consuelo y la ayuda
que podríamos prestarles, y despojamos a Dios del servicio que él